Pensamiento de diseño con Amalio Rey
La semana pasada participé en un curso sobre “Design Thinking para innovar”, impartido por Amalio Rey.
La crónica de este curso puede enfocarse desde dos planos: el de lo tangible y el de lo intangible. Y, teniendo en cuenta que el Design Thinking puede considerarse una metodología del hemisferio derecho, no es descabellado poner el énfasis en este plano de lo intangible.
Además, creo que los elementos intangibles son los que aportan mayor sedimento para el cambio de cultura que, desde mi punto de vista, la Administración pública necesita como agua de mayo.
No obstante, todos los materiales, tangibles e intangibles, nos vendrán bien para construir esta crónica.
El nombre de Design Thinking despista bastante: porque esta metodología tiene más que ver con la observación antropológica que con el diseño y está más orientada a la acción que a la reflexión.
Las fases del método pueden considerarse casi ortodoxas: comprender, observar, sintetizar, prototipar, iterar e implementar. La aportación diferencial del Design Thinking radica, sobre todo, en la observación y el prototipado.
Se pretende una observación antropológica de las necesidades de los usuarios: profunda, empática y multidisciplinar, incluyendo las emociones. Parafraseando el adagio indio, esta observación sería una especie de “caminar durante varias lunas en los zapatos de los usuarios».
Mediante esta observación se trata de detectar e identificar tanto las necesidades percibidas como las latentes, que son las que no se verbalizan y, a veces, ni siquiera se conocen. No hace falta decir que es, precisamente, en estas necesidades latentes donde radican las mejores oportunidades de innovación.
Para captar lo que los usuarios no cuentan y lo que las hojas de cálculo no son capaces de abarcar, el Design Thinking hace uso de imágenes, relatos y otras técnicas de aproximación a la realidad más potentes que los medios habituales (cuestionarios, etc.) a la hora de reflejar los matices que pueden encender la chispa de la innovación.
La observación, como la entiende el Design Thinking, entronca bien, en mi opinión, con los principios del Gobierno Abierto, ya que la participación y la colaboración de todas las partes relacionadas con la cuestión que estemos abordando es fundamental para poder captar y entender las necesidades, expectativas y emociones de las personas destinatarias o relacionadas, de una u otra forma, con los servicios o políticas públicas en las que se quiera innovar.
El otro elemento clave del Design Thinking es el prototipado, que puede definirse como una especie de reflexión a través de la acción.
Sobre esto, merece la pena recordar la idea de Richard Sennett, el autor de “El artesano”, según la cual: “Hay un proceso abierto entre mejorar las capacidades físicas y el pensamiento, una relación estrecha entre la mano, la cabeza y el corazón”. No en vano Amalio Rey encuadra su actividad profesional en el poliedro de la consultoría artesana.
El concepto del prototipado enlaza con las metodologías ágiles que de forma tan brillante nos explicó Ángel Medinilla en un taller de innovación memorable.
Nos decía Amalio que: “La cultura de prototipo es el bálsamo perfecto para el estrés del perfeccionista”. Añadiría que en la Administración pública tenemos una necesidad imperiosa de este bálsamo para paliar la grave enfermedad de perfeccionitis aguda que padecemos.
Este método del prototipado, la iteración y la beta permanente es idóneo para la innovación porque: “En un prototipo terminado, ves problemas; en un prototipo abierto e incompleto, ves posibilidades”.
Como veis el curso de Amalio está plagado de ideas potentes que, además, las llevamos a la práctica trabajando un caso muy pegado a las preocupaciones cotidianas de la mayoría de la gente, especialmente en los tiempos que vivimos: “Rediseñar un modelo de consumo familiar / personal que permita optimizar gastos y adquirir hábitos de vida más responsables y saludables”.
Lo pasamos bien analizando el caso y construyendo prototipos. Y surgieron propuestas muy interesantes, tanto a nivel de familia individual, como a escala comunitaria compartiendo recursos que habitualmente tenemos infrautilizados en cada casa.
Enlazo aquí con los aspectos intangibles que citábamos al principio. Mi percepción es que la gente conectó bien con el tema, con el reto, con Amalio y entre sí. El curso se desarrolló en un ambiente distendido, propicio para la participación, lanzar propuestas atrevidas, activar la creatividad y, por tanto, para aflorar ideas innovadoras.
La filosofía del Design Thinking, abierta a la observación, la empatía y la experimentación, y el buen oficio de Amalio, con su espontaneidad, su cercanía y su actitud siempre respetuosa, despertaron la vena participativa, creativa y positiva que, por lo visto, está latente en muchas personas que trabajan en la Administración pública, aunque esta vena no tenga ocasión de aflorar fácilmente en el marco del procedimiento administrativo.
Al final, intercambio de fotos y de direcciones de correo, como en los viajes de vacaciones.
¿Tan difícil sería conseguir este tipo de experiencias satisfactorias en el trabajo diario? ¿Qué habría que hacer de otra manera? ¿Nos puede aportar el Design Thinking alguna pista?
Ya sabes, Amalio, que la experiencia de tus talleres de Design Thinking no se puede enlatar en un humilde post. Tu directo vale mucho más que eso ;-). Y, por supuesto, la interacción entre las personas participantes es única, irrepetible e insustituible. Así que por ese lado puedes estar tranquilo!
Para mí fue una buena ocasión de cumplir un deseo que tenía desde que comenzamos a organizar estos cursos en el Gobierno Vasco. Espero tener más ocasiones de aprender contigo, y aprovecharlas! Muchas gracias a ti, compañero!
Muchas gracias, Iñaki, por hacer un resumen tan acertado y completo de la experiencia. Creo que el que lea las ideas-fuerza que has identificado aquí, ya no va a necesitar ir a mis talleres 🙂
Disfruté muchísimo compartiendo con un grupo tan majo. Aprovecho para agradecerte la ayuda y buena compañía que me diste.
Seguimos…
Un abrazo