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Consulta ciudadana: contar con la opinión agregada
Quienes me habéis soportado en alguna de mis clases, me habréis oído bufar con irritación ante la palabra “participación”. Me apresuro a aclarar que mi desdén se dirige al vocablo, no al concepto. Simplemente, la palabra participación es demasiado polisémica y está demasiado manoseada como para ser útil. Para ganar claridad, prefiero trocearla y hacer referencia a componentes más concretos de la participación ciudadana. Hoy le toca a la consulta ciudadana.
En su día, desarrollé el modelo LUDO como manera de orientarme en esta selva conceptual. Una parte de ese modelo hace uso de las escalas de devolución de poder que llevamos usando desde Arnstein en 1969.
El «espectro de la participación» de la IAPP seguramente es la que más sintetiza sin perder especificidad. Marca 5 grados:
- Informar
- Consultar
- Involucrar
- Colaborar
- Empoderar
Características de la consulta
A diferencia de niveles superiores, que suponen un intercambio creativo de conocimiento, el nivel de consulta hace referencia a la mera recolección de la opinión ciudadana, generalmente sin compromiso por parte del poder público de aplicar directamente la opinión mayoritaria. Es un nivel no vinculante, aunque puede llegar a ser muy influyente.
Legitimidad, rendición de cuentas y exigencia popular de resultados
La rendición de cuentas y su traslado a escenarios de auditoría social deberían constituir, en mi opinión, la prioridad de quienes están trabajando en clave de transparencia, de participación, de buen gobierno. Y lo considero tan importante porque la rendición de cuentas actúa de bisagra entre dos mundos: el de la democratización de la gestión de lo público junto con el de la necesidad de alcanzar resultados en términos de valor público.
El caso es que estoy justo empezando el libro «La Democracia en Europa», de Daniel Innerarity (gracias a Mikel Cabello por el regalo) y me he encontrado con unas páginas donde se explica esta idea de manera clara y precisa, desde el punto de vista de la legitimidad. Como parte de mi propio proceso de digestión, parafraseo su argumentación y aporto algo. Será una breve glosa: recomiendo acudir al original.
La legitimidad es el Santo Grial de nuestro tiempo. Básicamente, hemos inventado el gobierno abierto para taponar esta herida en el costado de nuestras instituciones, para restañar el déficit de legitimidad. El caso es que la legitimidad puede venir de varias fuentes y dar lugar a propuestas no solo variadas, sino incluso contradictorias.
Innerarity juega en su texto a la dialéctica entre dos concepciones de legitimidad: la de la democraticidad y la del resultado. Yo añadiré una tercera: la del procedimiento.
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