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Hoja de ruta del gobierno abierto: una espiral logarítmica
El Gobierno Abierto no es suficiente
Os daré un titular: el modelo de gobierno abierto en tres principios se nos ha quedado corto. Es muy cierto que transparencia, participación y colaboración han funcionado como tres focos de cambio hacia una administración más abierta y más democrática, pero son focos que ya están perdiendo su brillo. La transparencia se está reduciendo a la publicación de un portal de transparencia, la participación se resume en contar con una plataforma online y la colaboración… ¿qué diablos es la colaboración?
Urge recuperar las metas del gobierno abierto. La pregunta más importante es siempre el para qué -que lleva implícita un para quién-, ya que porta muchos más amperios que la pregunta del por qué, la cual suele responderse apelando a alguna mustia obligación legal. Hagamos pues, la pregunta: ¿para qué lanzamos políticas de gobierno abierto?
Para no hacerlo muy largo, vamos a distinguir tres metas:
Confianza y legitimidad: crear un entorno que garantice una actuación ética y responsable y que recupere la confianza de la ciudadanía en sus instituciones públicas.
Buena gestión pública: enriquecer la toma de decisiones y la gestión gracias a políticas basadas en la evidencia, que cuentan con la inteligencia de agentes internos y externos y que construyen aprendizaje gracias a una auditoría social de resultados.
Corresponsabilidad: apoyar el cambio hacia una sociedad que se implica en la construcción de lo común y que toma conciencia de los retos conjuntos que se afrontan.
La dialéctica entre la innovación y la rendición de cuentas
Hace tiempo que no escribía en el blog y más aún que no escribía la palabra dialéctica. Hoy vengo con una breve nota sobre la relación entre rendición de cuentas e innovación pública. Spoiler: comienza hablando de las dificultades, pero al final hay boda.
Rendir cuentas puede ser visto como el fortalecimiento del control de gestión mediante la auditoría pública. Por lo tanto, demanda una mejor definición de las estrategias, de las acciones y de los objetivos, al tiempo que impulsa una mayor adhesión al plan operativo, incentivada por la presencia de una ciudadanía capaz de averiguar si hemos cumplido o no el compromiso.
Esto supone un shock cultural de primer orden en el nivel político. Los líderes de nuestras instituciones han crecido con la costumbre de decidir libremente, sin necesidad de explicar mucho. Incluso se llega a identificar la toma de decisiones con el arrojo un tanto suicida de quien desafía al azar. Por eso se frecuenta tanto el verbo apostar, hasta el punto de que todas las decisiones se traducen como apuestas por algo -por la movilidad sostenible, por el empleo juvenil, por la construcción de un nuevo parking. Y, claro, las apuestas siempre son apuestas personales, una ocasión para que alguien se imponga medallas si la cosa sale bien. Y si sale mal, su componente azaroso abre una salida honorable -nadie dijo que fuera seguro el éxito- hacia una responsabilidad light. La rendición de cuentas implica asumir la responsabilidad.
Legitimidad, rendición de cuentas y exigencia popular de resultados
La rendición de cuentas y su traslado a escenarios de auditoría social deberían constituir, en mi opinión, la prioridad de quienes están trabajando en clave de transparencia, de participación, de buen gobierno. Y lo considero tan importante porque la rendición de cuentas actúa de bisagra entre dos mundos: el de la democratización de la gestión de lo público junto con el de la necesidad de alcanzar resultados en términos de valor público.
El caso es que estoy justo empezando el libro «La Democracia en Europa», de Daniel Innerarity (gracias a Mikel Cabello por el regalo) y me he encontrado con unas páginas donde se explica esta idea de manera clara y precisa, desde el punto de vista de la legitimidad. Como parte de mi propio proceso de digestión, parafraseo su argumentación y aporto algo. Será una breve glosa: recomiendo acudir al original.
La legitimidad es el Santo Grial de nuestro tiempo. Básicamente, hemos inventado el gobierno abierto para taponar esta herida en el costado de nuestras instituciones, para restañar el déficit de legitimidad. El caso es que la legitimidad puede venir de varias fuentes y dar lugar a propuestas no solo variadas, sino incluso contradictorias.
Innerarity juega en su texto a la dialéctica entre dos concepciones de legitimidad: la de la democraticidad y la del resultado. Yo añadiré una tercera: la del procedimiento.
Buen gobierno: piezas, fases y relaciones
Cuando fundé Alorza.net decidí que íbamos a dedicarnos a dos materias: el gobierno abierto y la innovación pública. Intuimos que el gobierno abierto es un horizonte hipnótico que nunca se alcanza totalmente, pero hacia el que se debe avanzar constantemente. Por otra parte, la innovación pública, como marco de puesta en valor del talento, la entendemos como un camino para avanzar. De esa manera, apertura e innovación se ponen en relación: la primera es la meta y la segunda el camino.
Sin embargo, esta dialéctica entre dos términos resulta demasiado simple para orientar estrategias a los retos que se plantean a gobiernos y administraciones hoy en día. Los principios del gobierno abierto, sumados a las prácticas de la innovación no bastan para alcanzar el valor que se pretende en términos de integridad, buena gestión, transformación digital, profundización democrática, corresponsabilidad ciudadana.
En un post anterior, explicaba que es el momento de pasar del gobierno abierto al buen gobierno, como esquema más inclusivo orientado a «hacer bien la cosas buenas«. Hoy vamos a dibujar el campo del buen gobierno, tratando de entender:
- De qué piezas se compone
- Qué fases hay que seguir en cada una de esas piezas
- Qué relaciones existen entre las piezas.
Buen gobierno: hacer bien las cosas buenas
Compañeras y compañeros de la cosa pública, el gobierno abierto ha muerto, viva el buen gobierno.

Áreas de buen gobierno
No os sobresaltéis. Con este eslogan pretendo reírme de mí mismo y de la tendencia que tenemos algunos a lo que Quevedo llamaría remudar vocablos. Y, sin embargo, «remudar vocablos es limpieza«. Cada tanto, merece la pena revisar nuestra visión y redibujarla. A veces, incluso rebautizarla. Renovemos la pasión, que la vida es corta.
Los que llevamos un tiempo trabajando en materia de gobierno abierto, sentimos cierta preocupación al ver con qué frecuencia se toman sus tres ejes –transparencia, participación y colaboración– como productos que hay que fabricar, sin entender el por qué ni el para qué. Las administraciones avanzan a golpe de imperativo legal y de programa electoral más que de celebraciones del valor público alcanzado.
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