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el Estado al rescate | el rescate del Estado


super Gordon BrownEl otro día presenté en Cornellà, dentro de los UrbanLabs, el modelo Horizonte 2033 que dibuja los futuros posibles de la Administración y de la sociedad en función de tres grupos de variables, considerados como ejes continuos bipolares: entorno, ciudadanía y sector público.

Hoy tomo la Rotaflex para darle una pasadita al eje que tengo menos trabajado, que es el de “alcance del sector público”.

Y, para los que sólo leéis las primeras líneas, adelanto una profecía provocadora:

El papel de gran rescatador asumido por los Gobiernos en la presente crisis financiera conducirá a un período de mayor presencia del sector público o, al menos, a una ralentización de la tendencia de la Administración a adelgazar.

Para los que aún leéis los post enteros, allá va el resto.

sector público

Cuando hablamos de “alcance del sector público” estamos diciendo más o menos lo mismo que cuando hablamos de “tamaño del Estado”. ¿Qué queremos, mucho o poco Estado?

rombo RamióLos defensores de mucho Estado son, al mismo tiempo, defensores del Estado del bienestar y suelen mostrar tendencias filonórdicas. Desearían una sociedad en la parte de arriba del rombo de modelos de provisión del bienestar público de Carles Ramió. Piensan que el Estado es quien mejor y más equitativamente puede proveer el bienestar público a cada uno de los individuos que componen la sociedad, sin distinción de su origen social. Por lo tanto, prefieren pagar muchos impuestos a cambio de muchos servicios públicos.

Dentro de este grupo hay dos subgrupos: los que piden que el Estado lo haga todo y los que creen que el bien público debemos producirlo entre todos. Pero aquí entra en juego otro de los ejes, el que lleva desde una ciudadanía pasiva a una ciudadanía cívica, y hoy no toca hablar de eso.

Los defensores de poco Estado pueden pertenecer a varias tendencias ideológicas. Por una parte, tenemos a los neocon, pero también a los liberales no conservadores, de los que quieren que “el Estado no se meta ni con la cartera, ni con la bragueta”. Y también son defensores de poco Estado muchas personas de tendencias ácratas, anarquistas y pedospistas (p2p).

Sus propuestas varían. Para unos, el bienestar público lo debería proveer la mano invisible de Adam Smith, mientras que para otros es un asunto de solidaridad comunitaria. Para complicar el panorama, una gran masa que no se expresa, y que no escribe blogs, defiende la familia, la tribu, como espacio de creación de bienestar público y abomina del Estado, a quien considera un enemigo. De ahí nacen la Mafia y la sociedad española.

Esto me da pie a cambiar el rombo de Ramió. Donde él sitúa el Tercer Sector, me parece más claro colocar “redes sociales”. Igual se os ocurre una etiqueta mejor para nombrar esa nueva vía caracterizada por la colaboración p2p y que tan bien nos contó Michael Bauwens en los UrbanLabs.

¿Tenemos alguna sociedad escorada hacia esa esquina? ¿Cómo se hace ese viaje?

Volviendo al alcance del sector público, ¿qué es preferible? ¿Cuál es mi opinión? Lamentablemente, queridas, carezco de opinión al respecto. No sé si es mejor tener mucho o poco Estado. Por eso, lo más prudente me parece desear que nos quedemos en algún punto intermedio.

Un término ligado al tamaño del Estado es el de la institucionalización. En un sistema altamente institucionalizado el poder se ejerce a través de las leyes. En la situación opuesta, se ejerce a través de las personas. El tamaño del Estado y el grado de institucionalización suelen guardar una correlación positiva.

Aquí volvemos a otra disyuntiva: ¿qué es preferible, el imperio de la Ley con su olímpica equidad y su despersonalización burocrática o un Gobierno personal, con el riesgo de parcialidad y corrupción?

La palabra institucionalización también la hemos empleado a veces para referirnos al grado de aculturación institucional. Los mecanismos de acceso y los rituales propios de fuertes culturas institucionales producen un tipo de organizaciones muy diferentes de aquellas otras instituciones con mecanismos más propios de la empresa (permitidme esta inexactitud: sé que también hay empresas con fuerte cultura institucional).

¿Qué es preferible? Tampoco en esto tengo una opinión formada, pero voy a dar un argumento contra los defensores de una función pública que siga los mecanismos de la empresa privada.

Al día siguiente del desastre del huracán Katrina en New Orleans, 250 policías decidieron no acudir a sus puestos de trabajo. Simplemente, el trabajo dejó de ser interesante y lo dejaron. Pongamos este hecho en contraste con la actuación de los liquidadores de Chernobyl, bomberos militares que no dudaron en acudir a apagar el fuego.

Donde se pone en contraste la baja institucionalización en el caso estadounidense y la alta institucionalización en el caso ucraniano.

Una advertencia: tomad estos ejemplos como símbolos, porque la realidad es más compleja. Así, en New Orleans la sociedad civil prestó servicios públicos de manera eficiente, como en el ejemplo del wiki donde se canalizó la ayuda entre pares. Y, en Chernobyl, todo parece indicar que los liquidadores no sabían que eran conducidos a una muerte segura.

Y ahora que he descarrilado por completo, dejad que repita la profecía que iniciaba este post:

El papel de gran rescatador asumido por los Gobiernos en la presente crisis financiera conducirá a un período de mayor presencia del sector público”.

Hemos vivido unos años de confianza ciega en el mercado que, unidos al surgimiento de la sociedad-red, estaban creando un clima de liquidación de los Estados y de adelgazamiento del papel del sector público. Parecía que la Administración era solo burocracia obsoleta y que lo mejor que podía hacer era dejarlo todo en manos del sector privado. Muchos han estado pidiendo menos impuestos, menos Estado y más mercado.

La llegada de la crisis financiera ha dado un vuelco a la situación. El Estado se ha mostrado como el gran padre ante el hijo pródigo. Con el dinero de todos, claro, pero esa es la imagen. Titulares como “El Gobierno de EE.UU. nacionaliza la banca” abundan en la imagen del Estado como salvador y como gran garante del bienestar público.

Creo yo que el péndulo se va a invertir y que viviremos unos años de recuperación del papel de las instituciones públicas. Una excelente ocasión para hacerlo bien y reinventar la Administración. Una oportunidad de avanzar con una Administración en red que corresponda a una sociedad-red.

¿Es mejor un mayor o un menor alcance del sector público? Ya lo he dicho: yo qué sé.

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  1. 21/10/2008 a las 18:10

    Me incorporo tarde al debate (como siempre últimamente) pero aquí estoy. Lo deciais bien claramente: no se debe confundir «mayor alcance del Estado» con «mayor peso burocrático» ni se debe obviar lo relativamente importante: público o privado, es decir, garantizado por el Estado o dejado al mercado.
    Asumiendo que esos son los temas clave, mi impresión es que el papel del Estado ha de reivindicarse en muchos más sectores que los puramente considerados esenciales como puedan ser la sanidad o la educación. Hay muchos servicios de naturaleza pública que se han privatizado (dejado al mercado) y ante un funcionamiento no eficiente del mismo han acabado por provocar desigualdad. Otra cuestión es si la prestación ha de ser directa o indirecta: hay fama de ineficiencia en la prestación de servicios (como dice Félix) y puede ser cierto, pero esto es porque se usa el modelo burocrático para este fin y eso es un disparate. Sin embargo, hay empresas públicas que funcionan bien y otras que pueden hacerlo. Luego hay otros sectores (como el del transporte) que hay tanta oferta que su prestación es excelente en términos de calidad de servicio y equidad (el taxi). El modelo sueco para mí es una referencia, pero no olvidemos que está basado en un modelo no burocrático y descentralizado a través de Agencias y muchos servicios con titularidad pública y prestación privada o publico-privada. Ahí quizá radique su éxito. Ahora bien, ¿estamos en España dispuestos a pagar más impuestos? Ese es el problema, pero para eso te dejo que le des vueltas a otro post.

  2. 20/10/2008 a las 18:47

    Otro problemilla que veo yo es lo que al Estado le gusta o no hacer. En mi opinión un Estado óptimo tendría como primera misión el velar por el cumplimiento de las reglas del juego en igualdad de condiciones por todos los actores. Esto no le gusta mucho al Estado porque no le reporta «visibilidad», no le genera rendimientos en términos electorales. Digamos que en ciertas ocasiones lo hace a regañadientes asignando pocos recursos. Al menos en España, sociedad hiperregulada donde las haya a nivel legal, luego no suelen existir los mecanismos para controlar adecuadamente.
    La cuestión ahora es que, por problemas de control (sobre todo en Estados Unidos), achacables al Estado, no debería precisamente el Estado expandir ahora su actividad. Pues la tentación del Estado no es precisamente incrementar la eficiencia en el control, sino en actividades de gestión en los que se muestra más ineficiente y que conllevan mayor gasto público.
    En fin, el tema daría para hablar muchísimo. Miguel ha apuntado también un tema muy interesante: la ineficacia del Estado ante sucesos que exceden de su ámbito territorial. Un Estado, por muy grande que sea, es ineficiente en un mundo globalizado (temas como la actuación de las grandes corporaciones, el terrorismo, el calentamiento global, etc., demuestran su ineficacia y la de las instituciones supranacionales).

  3. mkl
    18/10/2008 a las 12:52

    Como dice Iñaki, estás que te sales con los últimos posts.
    A la cosa: lo del tamaño del Estado quizá es un tanto impreciso. Para mí el tamaño del estado es enorme en relación a los ciudadanos que no dejan de ver como se reglamentan hasta el absurdo conductas y relaciones. A mí, como ciudadano, el estado me sale por las orejas; sin embargo el estado me parece diminuto ante corporaciones, grandes grupos empresariales e, incluso, otros estados. Pienso como un liberal cuando hablamos del la relación estado-individuo pero creo que ha quedado demostrado que se necesita una intervención más efectiva del estado en el mercado.
    Así que no creo que sea una magnitud de tamaño o de cantidad bruta sino de aplicación de fuerzas aqí o allá. No se trata de volumen sino de energía.

  4. 18/10/2008 a las 09:46

    @Iñaki: me gusta el ejemplo de los taxis. Lo emplearé cuando quiera hacer evidente que hay servicios públicos no prestados por la Administración.
    Una aclaración: «alcance del sector público» es un compuesto de varias cosas. El hecho de que la prestación de servicios públicos la hagan funcionarios u otras personas pertenecientes a empresas contratadas puede ser un aspecto, pero no me parece de los más relevantes.
    Mucho más importante es si la provisión del bienestar público se asume o se deja en manos del mercado. Por ejemplo, aquí la Administración se ocupa de que todos tengamos cobertura de servicios sanitarios. En ocasiones, esos servicios están concertados a entidades privadas, sin que el servicio cambie mucho. En cambio, en EE.UU. la Administración no da cobertura sanitaria a la mayor parte de la población y la deja en manos del mercado,. Esto sí es muy diferente.
    @Andrés: seguramente tienes razón. Lo mío no es optimismo, sólo preveo que, ante el fuerte simbolismo de un Estado que rescata a la banca, el Estado ganará protagonismo durante un tiempo. Ni siquiera sé si es positivo o negativo.

  5. 17/10/2008 a las 23:40

    Te veo muy optimista, alorza. No creo que esto necesariamente lleve a un mayor papel del Estado en el sector público, sino a un mayor papel del Estado en los sectores en crisis. Tradicionalmente, ha sido ese en parte su papel, hacer de soporte de sectores estratégicos no rentables, pero no había sido nunca el de sectores en decadencia por la irresponsabilidad de sus gestores.
    En definitiva, esto me recuerda cuando tengo que darle a mi hijo algo más de dinero para el móvil porque se ha gastado en «chuches» la paga del domingo.

  6. 17/10/2008 a las 05:54

    Suelo dormir de un tirón, pero hoy no ha sido el caso. Quien sabe si algo dentro de mi no me estaba diciendo que mejor haría en leer este post que me encontré anoche en el blog cuando llegué a casa pero estaba demasiado cansado para leerlo con la atención que se merece (no me extraña que se quejen los traductores de euskera cuando tienen que dar la vuelta a frases como esta para vertirlas en la lengua de Cervantes).
    Sea como fuere, aquí estoy a deshoras como tantas veces (la mayoría por lo tarde, hoy por lo pronto) leyendo y comentando en este blog que ha marcado buena parte de nuestros últimos tres años. La vida podía ser diferente, pero hasta el 1 de octubre de 2005 no se me había ocurrido que podía ser así.
    Pero vayamos a la cosa. Lo primero que tengo que reconocerte es que llevas una racha de la ostia (con perdón). Estás escribiendo unos post que despiertan las neuronas (y tiene tela que cite este verbo justo ahora que no me puedo dormir).
    ¿Más o menos Estado? Yo tampoco sé si en el futuro va haber más o menos Estado, pero de lo que estoy casi seguro es de que va a ser diferente, se va a transformar. El modelo que tenemos actualmente corresponde a una época que ya ha pasado, es una reliquia. No volveré a citar las teorías de Innerarity sobre el gobierno de las sociedades complejas, para que no digáis que soy un pesado, pero por ahí van los tiros.
    Me ha gustado el paralelismo que has trazado entre la Mafia y la sociedad española (yo diría que una parte de ella, y seguro que tú también, claro). Es curioso que los mismos que abominan del Estado a la hora de pagar impuestos no se corten un pelo a la hora de reclamar subvenciones empresariales o la intervención pública para el rescate de bancos que nunca compartieron sus escandalosas ganancias multimillonarias durante los largos años que las disfrutaron. Mucha hipocresía y mucho morro es lo que hay.
    Me siento tan inspirado que voy a adelantar una profecía. Yo creo que va a haber más Estado y menos funcionarios. Es decir, que la organización de lo público desde instancias institucionales (espero que con una participación progresivamente mayor de la ciudadanía) no sólo se va a seguir produciendo, sino que probablemente va tener mayor «alcance» (por utilizar tus palabras) que en la actualidad. Pero los medios a utilizar en esa organización (y, sobre todo, en la provisión de los servicios públicos) van a ser privados cada vez en mayor proporción. Quienes han convertido lo público en bolsas de privilegio han contribuido (y siguen haciéndolo de forma pertinaz) a cargárselo.
    Los taxis son un servicio público prestado por «privados» y tampoco funcionan tan mal. Por poner un ejemplo que desengrase todas las reflexiones anteriores.

  7. 17/10/2008 a las 00:17

    Hum, está claro que soy un desarraigado… o la excepción que confirma todo tu edificio, jeje.
    Discrepo sólo en la interpretación de lo de la crisis: no sólo el estado no va a adquirir poder real (protagonismo de los políticos, sí, la crisis les puede venir genial a algunos), sino que al ceder todo su poder económico a los bancos, lo va a perder todo. Vamos cuesta abajo y sin frenos al pantano del estado vacío y todo el dinero en los bolsillos de unos pocos. Ejemplo: los administradores del macrofonde de rescate en USA van a ser directivos de Wall Street, y aquí Botín ya dice que sí, que le demos todo el dinero que pida, pero que ni pensar en meter gente del estado en su consejo de administración…

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