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Lo que aprendí sobre gestión del cambio en la EGB


Alberto EGBRecién clausurado el congreso Novagob 2017, voy a compartir una reflexión que se ha desarrollado por los pasillos entre sesiones. Abro paréntesis previo para aplaudir a organización y participantes por conseguir catalizar tanto talento en estos días. Cada año, un poco mejor.

En la comida de hoy, Toñi Monteagudo me hablaba de «la burbuja Novagob» para reconocer que existe otro mundo mayor y más áspero fuera del campo de sueños de la pequeña secta de la innovación pública. Hay que tener presente esa otra realidad cuando volvamos a nuestras instituciones con las mejillas arreboladas de buenas intenciones.

En estos dos días y medio hemos recibido una avalancha de mensajes positivos, motivadores, buenistas. ¿Quién puede quedar que no desee el triunfo del gobierno abierto? ¿Qué funcionario se opondría a un cambio a todas luces necesario? ¿Quién teme al fracaso, cuando sabemos que nos da la oportunidad de aprender? En cada cuaderno hemos registrado una serie de eslóganes que convencerán al más resistente.

Sin embargo, a partir de mañana nos dolerá un poco la tripa por si el lunes nos está esperando el o la de siempre para preguntar con sorna si era necesario ir a Tenerife a por innovación, que vaya excusitas nos buscamos para cambiar la oficina y la familia por la playa. (Un consejo: no entres al trapo, no expliques que en La Laguna no hay ni sol, ni playa).

Lamentablemente, trasladar directamente de Novagob a nuestras instituciones los mismos argumentos, con el mismo lenguaje, va a provocar, en más de un caso, antes rechazo que conversión. No es fácil transmitir la emoción que hemos sentido. ¿Qué hacer entonces? ¿Atesoramos en nuestros corazones las estimulantes vivencias como poemas leídos a escondidas? ¿Cómo podemos contagiar algo del virus innovador al sector resistente? Por debajo de la euforia congresual he percibido también llamadas de socorro, que comprendo perfectamente.

Dejad que os cuente cómo resolvía yo esto en la EGB. Hasta los 14 años, era un niño flaco y pálido, soñador y pacífico y, lo peor de todo, un cerebrito en toda regla. Dicho de otra forma, carnaza para los tiburones, blanco fácil para los abusones, en aulas con más de cincuenta varoncitos cada una. Sin embargo, no sufrí prácticamente de acoso escolar, gracias a unas reglas de conducta que guardé en todo momento:

  1. No presumir de listo. No enseñar las buenas calificaciones. Quitarles importancia.
  2. No juzgar a los demás. No llamar cazurro al cazurro.
  3. Anudar lazos de identidad común que me situaran en el mismo bando, en un único bando.
  4. Presentar un frente común al enemigo. En este caso, el profesorado.
  5. No ser un ángel a tiempo completo. Aportar mi cuota de transgresión.
  6. Entender qué necesitaba el otro y proporcionárselo, en relaciones de mutua utilidad.
  7. Plantarme sólo en los escasos asuntos en los que merecía la pena ser intransigente.
  8. Jugar aceptablemente al fútbol.

Sospecho que las siete primeras reglas pueden adaptarse provechosamente el entorno laboral de nuestras administraciones cuando el ambiente no es suficientemente favorable, ante los indiferentes y resistentes, ante los malotes.

Propongo echar mano de una gestión del cambio oportunista e incluso paradójica que reconozca que todas las posiciones de sujeto son respetables, ya sean favorables o resistentes y que son acordes a unas creencias y experiencias determinadas que no estamos legitimados para desestimar. Nosotros mismos no somos mejores, de hecho somos bichos raros. Debemos luchar por formar un solo equipo con los demás, con una única identidad, no una división entre el bien y el mal. Debemos confiar en el equipo al que pertenecemos. Y debemos estar atentos para aprovechar las oportunidades que se presentan para empujar en nuestra dirección, con discreción, con humor, sin puntillismo excesivo y dejando que las medallas se las coloquen otros.

Estas ideas y otras más positivas forman el sustrato de mi libro «Intraemprendizaje Público«.

Tranquilidad, que las oportunidades llegan, aunque no al ritmo que nos gustaría. Entre tanto, seguimos soñando y aprendiendo con nuestros correligionarios novagobers. Un abrazo.


Nota: me disculpo de antemano ante los que habéis sufrido auténtico acoso escolar o laboral. No pretendo frivolizar el horror.

  1. 22/10/2017 a las 15:00

    Muy bueno ese punto macarra del post. Lo voy a usar en mis proyectos. De acuerdo con no ir por ahi dando lecciones en plan elefante en cacharreria. Por cierto, lo del pto-8 del futbol suele ser lo mas efectivo y por eso me lo estoy currando con mi niño pequeño, que lo entreno dos veces por semana 😎

    • 22/10/2017 a las 15:25

      Creo que he visto demasiado cine carcelario 😂😂

  2. 21/10/2017 a las 13:34

    Creo que en este caso es más un tema de perspectiva que de adaptarse.
    Haz lo que puedas, y disfruta mientras lo haces. Luego ya, a lo mejor las cosas cambian.
    Quien me iba a decir a mi hace 20 años que jugar a los videojuegos, pensar en ordenadores, saber quién es quién en los vengadores o tener un halcón milenario original iba a ser molón…. Si lo llego a saber, ser lo aviso al resto de matones que se reían de mi por hacer eso.
    A veces, puede que los buenos no ganen, pero al menos, no lo tienen tan difícil.

    Pd. Me ha encantado

  3. 21/10/2017 a las 12:56

    Hola Alberto,

    Me ha encantado tu post (ya lo hablamos durante el Congreso). Lo has condensado mejor todavía aquí con tu sabio toque personal.

    Al mismo tiempo, he de decirte que hoy tenemos algo de lo que no disponíamos a los 14 años: la posibilidad de formar parte activa, casi diariamente, de una comunidad de innovadores fuera del espacio del aula (organización propia), con gente de otros lugares (otras organizaciones). Aunque sé que no nos van a rescatar cuando nos quieran quitar la merienda del recreo.

    De todas maneras, a esto se le ha llamado toda la vida en Gestión Pública, la ciencia del salir del paso (the science of Muddling Through, de Linblom, http://www.jstor.org/stable/973677). Es una de las maneras de entender cómo debemos afrontar la solución de los problemas públicos y es aplicable al cambio organizativo.

    Abrazo fuerte!

    • 21/10/2017 a las 14:28

      Así es, Nacho. La burbuja Novagob es cada vez más grande y más presente en las tareas cotidianas. Gracias por inventar esto.

  1. 09/11/2017 a las 08:01
  2. 07/11/2017 a las 08:13
  3. 20/10/2017 a las 20:18

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