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La satisfacción profesional de los funcionarios


Más del 80 por ciento de los empleados públicos “no sienten estima ni reconocimiento a su trabajo«, según un estudio realizado por el sindicato Comisiones Obreras a partir de cerca de 3.000 entrevistas presenciales representativas de los 457.800 empleados públicos de la Comunidad de Madrid.

El 31 por ciento de los empleados públicos padece estrés, debido según las conclusiones del estudio, a la burocratización, las estructuras jerárquicas excesivamente rígidas, la falta de objetivos, la mala organización del trabajo y la escasez de recursos.

El mismo día que he conocido las conclusiones de este estudio, he leído en Cinco Días un artículo de José Barea, Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, sobre la evaluación de los funcionarios. Barea defiende en este artículo que la retribución de los funcionarios debe incluir un complemento variable que corresponda a “la verdadera productividad del funcionario”.

Estas noticias me sugieren una reflexión sobre la relación entre la satisfacción y la productividad de los funcionarios y los incentivos económicos. Apostaría algo a que ya sabéis lo que estoy pensando, pero lo voy a contar de todas maneras.

La evaluación de los funcionarios es un debate de actualidad desde que el estatuto básico del empleado público, en trámite parlamentario, prevé que la evaluación del desempeño tendrá efectos en la carrera profesional, la formación, la provisión de puestos de trabajo y en las retribuciones de los empleados públicos.

Más aun, el estatuto en tramitación establece expresamente que: “La continuidad en un puesto de trabajo obtenido por concurso quedará vinculada a la evaluación de acuerdo con los sistemas de evaluación que cada Administración Pública determine”. Ya comentamos hace tiempo la repercusión de este precepto en la prensa.

Estoy de acuerdo con Barea en que “la reforma de la función pública, y por tanto de la evaluación de los funcionarios, ha de insertarse en el marco más amplio de la modernización de la Administración y de la evaluación de la ejecución de las políticas públicas”. Así pretendí explicarlo hace unos meses en este blog: “antes de analizar si un determinado puesto está haciendo lo que tiene que hacer o no, si lo hace bien o mal, si hace mucho o poco, digo yo que habría que saber cuáles son los objetivos del órgano o de la unidad administrativa a la que pertenece, con qué indicadores se mide el cumplimiento de esos objetivos y cuáles son los criterios de aceptación para considerar que el citado órgano o unidad administrativa ejercen su función adecuadamente”.

Es difícil evaluar a un jugador si no es en relación con los objetivos del equipo. O dicho de otra forma, si da igual que el equipo gane o pierda, si el equipo no tiene objetivos, ¿qué sentido tiene la evaluación individual de los jugadores?

Pero no es éste el enfoque que me interesa para mi reflexión de hoy. Hoy quería referirme, sobre todo, a la satisfacción profesional de los funcionarios y a su relación con los incentivos económicos.

Estoy de acuerdo con las conclusiones del estudio de Comisiones Obreras en cuanto a la insatisfacción profesional del funcionariado y a la falta de reconocimiento que los funcionarios perciben con respecto a su trabajo. En las administraciones públicas, en general, la motivación del personal con su trabajo es baja, y las causas que aporta este estudio no me parecen desencaminadas: burocratización, estructuras rígidas, falta de objetivos, mala organización del trabajo, escasez de recursos.

No creo, sin embargo, que esto se resuelva con la evaluación del desempeño y la asignación de incentivos económicos a los funcionarios. Al contrario, tengo la sensación de que las experiencias de este tipo que se han llevado a cabo sólo han servido, una vez más, para despilfarrar el dinero público. Me extrañaría que los funcionarios que están cobrando incentivos por su trabajo se encuentren más satisfechos o más motivados. Que se lo pregunten, por ejemplo, a los profesores de la Universidad del País Vasco que recibieron un aumento importante de sus retribuciones durante el curso pasado o a los profesionales del sistema sanitario vasco que han comenzado a cobrar recientemente un eufemístico complemento de “carrera profesional”. No dudo que les gustaría cobrar el complemento (sobre todo, los primeros meses), pero una vez pasada la alegría inicial, mucho me temo que su satisfacción profesional es aproximadamente idéntica a la que tenían antes, o sea, cuando no cobraban el complemento. Y lo siento, pero no me puedo creer que este mayor coste salarial haya repercutido lo más mínimo en la calidad de los servicios.

Me temo que los funcionarios están insatisfechos con su trabajo, a pesar de sus condiciones laborales (estabilidad, jornada, retribución, etc.), y que los incentivos de productividad ponen la venda donde no está la herida.

Conviene recordar, de nuevo, que no todo es cuestión de dinero. Parece que esto de repartir dinero deja muy contentas a todas las partes involucradas, pero es pan para hoy y hambre para mañana, amigos.

Os sugiero a las funcionarias y funcionarios que estáis al otro lado del cable que aportéis a las y los responsables públicos, que también están en otro extremo del cable, ideas que mejorarían vuestra motivación y satisfacción con el trabajo. Tiro la primera piedra: mayor capacidad de decisión sobre nuestro propio trabajo.

Tenéis los comentarios a vuestra disposición.

 

  1. funcionariocualquiera
    05/09/2007 a las 18:54

    A mi me desmotivan las situaciones:
    Acceder por oposición a un puesto inferior al que mis estudios académicos me prepararon no es raro, pero pedir comisión de servicios para puestos vacantes mejores de mi perfil, «averiguar» que no iban a otorgarmelo(ni a mí ni a nadie), sumado a conocer de primera mano que por el trabajo de los externos se paga el triple que por tí, aunque ellos mismos no lo perciban, sino sus jefes de empresa.
    O tener que irte por concurso a una ciudad que no conocías en tu vida, porque donde estabas trabajando antes( de funcinario) todo era tan caro que tenías que vivir a 40 kms que te chupabas todos los días ida-vuelta, y esa ciudad del concurso era la única de España que tu organismo iba a ofertar para tu profesión ese año, sino la alternativa es irte a tu ciudad natal de administrativo.
    Un saludo a todos.

  2. 07/03/2007 a las 20:13

    Suscribo la escala de Río y añado la posibilidad de participar para influir en las decisiones que afectan a mi trabajo.

  3. Río
    07/03/2007 a las 12:57

    Como funcionario que soy, os pongo mi escala de valores:
    – Que mi trabajo sea útil, en el contexto del servicio público final.
    – Entorno personal proximo agradable (grupo de trabajo)
    – Proximidad a mi casa (no estar dos horas al día metido en mi coche)
    – Sueldo (en relación a los que hacen un trabajo similar al mío)

  4. 26/02/2007 a las 20:13

    Ya no recuerdo quien decía que una subida salarial es como un Martini, que al principio te anima, pero luego necesitas más.

  5. rickione
    26/02/2007 a las 11:07

    Motivacion – Higiene
    La motivacion motiva, la higiene (dinero) NO.
    Las personas son personas, necesitan objetivos que son de la institución, no de las personas.
    Si a la evaluación pero bien hecha

  6. 22/02/2007 a las 23:09

    ¿Cómo llevamos a la práctica que «la evaluación de los funcionarios ha de insertarse en el marco más amplio de la evaluación de la ejecución de las políticas públicas»?
    Mientras que la evaluación de los funcionarios se propone como una mera técnica de gestión de personal, la evaluación de las políticas públicas responde a un principio democrático de rendición de cuentas (acountability). Habría que promover una cultura de evaluación de las políticas públicas. En un entorno de evaluación empezaría a tener sentido evaluar también el desempeño de las personas. Y, ya puestos, diré que me parece preferible evaluar equipos que personas individuales, aunque depende del tipo de trabajo.
    Veo que os habéis decantado más por las cosas que os desmotivan que por imaginar aquellas que os podrían proporcionar mayor motivación y satisfacción.
    Habrá que volver sobre el tema, a ver si conseguimos darle un enfoque más positivo. Nos vendrán bien para ello las referencias que nos ha facilitado Jazki.

  7. 22/02/2007 a las 10:31

    Buenos días, según leo en la noticia, el estudio de Comisiones Obreras se ha basado en el personal laboral y no en el personal funcionario. Aunque todos son trabajadores públicos, todavía hay diferencias porque el personal laboral no suele ocupar puestos de dirección con recursos humanos a su cargo. Para que se puedan trasladar las conclusiones del estudio a la totalidad del personal de las Administraciones públicas, este debe ser más ámplio y abarcar una muestra considerable de las distintos «tipos» de personal. Estoy convencida quie saldrían nuevas conclusiones. Con respecto al artículo del profesor Barea, me ha parecido interesante, pero ¿como lo llevamos a la práctica?.
    Saludos.

  8. 20/02/2007 a las 12:09

    En mi caso un factor muy desmotivante es la falta de medios. Ordenadores prehistóricos que se rompen y tardan semanas en arreglarlos, impresoras que atrancan el papel, fotocopiadoras sin tóner, mobiliario viejo e incómodo, faltan teléfonos, hasta hemos llegado a estar sin papel del WC.

  9. XANTI
    20/02/2007 a las 08:41

    Alguna más: Otro motivo de desmotivación, suele ser que el compañero de al lado, se limite a vegetar y pasar el rato, cobre lo mismo que tú o más y encima, no se tome ningún tipo de medida al respecto. Al final, la gente que está motivada, acaba quemándose.

  10. 19/02/2007 a las 20:18

    Un par de enlaces interesantes sobre motivación:
    Why “Motivation by Pizza” Doesn’t Work
    Motivación en el trabajo

  11. 19/02/2007 a las 13:09

    Otra piedra: que los jefes asciendan por méritos, que no sean amigos de los políticos que esten en esa legislatura.
    Y la burocracia frena cualquier aspiración de innovación y desarrollo dentro del campo profesional en el que cada uno se mueve.

  12. Mertxe
    19/02/2007 a las 09:45

    No soy funcionaria. Soy estatutaria, trabajo en Osakidetza, para lo que os traéis entre manos pienso que da igual.
    Cuarta piedra: Que no nos traten según les caemos a nuestros jefes.
    Muchos de ellos lo son, (jefes), no por sus potenciales y como los desarrollan, sino por su adhesión a la jerarquía superior, por su imposibilidad de crítica a la misma, lo cual hace que el personal crítico, (unos con razón y otros no, no digo que todas nuestras críticas sean válidas) sea inmediatamente tachado de «no colaborador», empapando esto la interacción con él a diario.
    En estos momentos en el marco del desarrollo de la carrera profesional, el apartado más importante es valorado por tu jefe directo, teniendo en cuenta en esa valoración (que se plasma en remuneración económica) tu disposición a hacer tu trabajo más el de una compañera a la que hay que sustituir por ejemplo, porque está haciendo formación o porque está de baja. ¡flipo!!!!
    Ni te cuento lo bien que les viene a la hora de dividir a los trabajadores y lo a gusto que trabajamos entre la carga de trabajo y el ambiente que se crea, de peloterismo para algunos, de rechazo para otros y de encontronazo entre ambos.
    Todo, como véis, bastante lejos de trabajar centrados en el paciente, de marcar nosotros nuestros propios objetivos (ciencia ficción) y demás, amén de las diferencias, por parte de la dirección, económicas y de trato, más que abismales entre médicos y el resto de lo estamentos, que exceptuando el de enfermería, ni siquiera tienen derecho a desarrollar su «carrera profesional».
    Vamos, una maravilla ir a trabajar…

  13. 18/02/2007 a las 22:28

    Menudo temita.
    Yo sólo puedo hablar desde «el otro lado» pero creo que algo que me parece percibir en los funcionarios con quienes trabajo (no en Visesa que no hay, sino en el Departamento) es que las decisiones que se toman sean verdaderamente compartidas entre los responsables políticos y los funcionarios, que no se utilice el ordeno y mando sino la participación y la corresponsabilidad.

  14. 18/02/2007 a las 21:36

    Segunda piedra: que nos traten como a adultos. Como a adultos libres, no como a delincuentes, se entiende.

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