La felicidad de los funcionarios
Si el mes pasado reflexionábamos sobre la satisfacción profesional de los funcionarios, ahora damos otra vuelta más de tuerca y analizamos si el tipo de actividades que se realizan habitualmente en las administraciones públicas propician que los civil servants se sientan felices. Y lo vamos a hacer desde la perspectiva de lo que Csikszentmihalyi llamó experiencias de flujo.
Todos hemos vivido esos momentos maravillosos en los que concentramos los cinco sentidos en aquello que estamos haciendo y el tiempo parece que se transforma.
Lo explica muy bien en este párrafo el saxofonista de “El perseguidor”:
“Te estaba diciendo que cuando empecé a tocar de chico me di cuenta de que el tiempo cambiaba. Esto se lo conté una vez a Jim y me dijo que todo el mundo se siente lo mismo, y que cuando uno se abstrae… Dijo así, cuando uno se abstrae. Pero no, yo no me abstraigo cuando toco. Solamente que cambio de lugar. Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, el veintiuno, y la ciudad se quedó ahí abajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. Yo me di cuenta cuando empecé a tocar que entraba en un ascensor, pero era un ascensor de tiempo, si te lo puedo decir así. No creas que me olvidaba de la hipoteca o de la religión. Solamente que en esos momentos la hipoteca y la religión eran como el traje que uno no tiene puesto; yo sé que el traje está en el ropero, pero a mí no vas a decirme que en este momento ese traje existe. El traje existe cuando me lo pongo, y la hipoteca y la religión existían cuando terminaba de tocar y la vieja entraba con el pelo colgándole en mechones y se quejaba dé que yo le rompía las orejas con esa-música-del-diablo”.
Lo que sigue es un intento de meter a los funcionarios en este ascensor de Julio Cortazar.
Según Csikszentmihalyi, las actividades que producen flujo tienen unas reglas que requieren de un aprendizaje de habilidades, establecen metas, producen retroalimentación y hacen posible el control. Algo similar a como funcionan los juegos.
Las actividades que reúnen estas características ayudan a lograr un estado mental ordenado que es muy agradable.
Así mismo, estas actividades provocan una sensación de descubrimiento, un sentimiento creativo, un empuje hacia niveles más altos de rendimiento y, de alguna manera, transforman la personalidad, haciéndola más compleja.
En este crecimiento de la personalidad está la clave de las experiencias de flujo. Las actividades de flujo conducen al crecimiento y al descubrimiento. Uno no puede disfrutar haciendo la misma cosa al mismo nivel durante mucho tiempo.
Si analizamos las actividades habituales de los funcionarios desde la perspectiva de esta definición de las experiencias de flujo, podemos extraer las siguientes conclusiones:
- Las tareas administrativas suelen ser repetitivas, por lo que sólo requieren el aprendizaje de habilidades durante un periodo relativamente corto.
- A menudo, las tareas que realiza un funcionario se insertan en un procedimiento que no controla en su totalidad, de forma que puede ser difícil identificar el sentido de su tarea concreta si la abstraemos del procedimiento general.
- Esto mismo hace difícil obtener un feedback directo de la actividad, ya que el resultado es consecuencia de muchas tareas diferentes. Eso, cuando se llega a conocer el resultado.
- A veces, el funcionario realiza tareas que no aportan ningún valor en el proceso de servicio, pero que se realizan porque así lo establece la normativa o, sencillamente, porque “siempre se ha hecho así”.
- Tampoco el control de la actividad suele estar en manos del funcionario, ya que cada trámite viene marcado por el procedimiento y la respuesta a cualquier incidencia debe ser decidida por algún cargo directivo. No es habitual que el funcionario cuente con un cierto margen de decisión, ni que le apetezca disponer de él, ya que sólo puede causarle problemas. Nadie fue expedientado por no tomar decisiones.
La verdad es que, en la Administración pública, no resulta difícil encontrar actividades poco proclives a generar experiencias de flujo. Supongo que eso pasará también en la mayoría de los sectores y de los trabajos.
Seguramente, lo característico de la Administración sea la separación entre el nivel de decisión y el de ejecución, lo que facilita la existencia de tareas absurdas sin que nadie actúe para eliminarlas. Esto provoca la falta de sentido de muchas actividades, pero el que las ejecuta no se las cuestiona y el que podría evitarlas no las conoce. En estas condiciones asociar los resultados a las acciones que los han producido resulta realmente difícil.
Como consecuencia, se impone la rutina, la falta de involucración en el trabajo y la ausencia de disfrute con la experiencia laboral. No, en general, los funcionarios no se sienten felices en el trabajo.
Claro que a lo mejor esto no es exclusivo de la Administración pública ni de los funcionarios. Seguramente pasa algo parecido en muchas empresas. Especialmente, en las que tienen cierta dimensión y funcionan de forma burocrática.
La solución está enunciada en la propia descripción de los problemas. ¿No os parece?
Y, por supuesto, todas las personas no son iguales. Algunas son capaces de disfrutar en las condiciones más adversas. Son las que Csikszentmihalyi denominó autotélicas: “La personalidad autotélica transforma experiencias potencialmente entrópicas en flujo”. Pero, si no os importa, a éstas las dejamos para otro día.
Muy bueno el post. Verdades como puños. El problema radica en que la Administración siempre estará politizada, de modo que hay grandes talentos desperdiciados en la base de la pirámide, mientras que la cúspide está poblada de ineptos.
Estoy convencido de que hay oportunidades gigantescas de mejorar la calidad del trabajo de los funcionarios, en beneficio de ellos mismos y también de la organización, es decir, de la Administración pública.
La situación actual supone un despilfarro de ilusión, de satisfacción laboral y de rendimiento que no deberíamos admitir impasibles.
Seguiremos dándole vueltas al tema, porque es apasionante para los que dedicamos muchas horas a la Administración pública y todavía no hemos tirado la toalla.
Es que ….¡un trabajo creativo es una perla! En la vida funcionarial (y voy para veinte años) he encontrado mucha gente con trabajos aburridos. Todos tenían una vida después del trabajo. José Maria (60 años) metia en la máquina las lecturas de consumos de agua, para girar los recibos. Al salir, la tarde le transformaba en profesor de música en la banda municipal. Manuel Angel (50 años) que liquidaba las licencias, pasaba todo el año preparando los detalles del concurso de ganados más antiguo de España, Otros eran poetas o ajedrecistas. Yo preparaba oposiciones de técnico para ascender …
¿No estaremos pidiendo demasiado al trabajo? Tu magnífico post me ha hecho recordar aquella Administración de los años ochenta, donde algo estaba cambiando ……
Ahora soy, digamos, un directivo. Tengo más creatividad, pero … ¡me llevo unos disgustos!
Venga a triunfar.
Errata: donde dije óptica, léase óptima. Disculpas.
Maravilloso post.
No estoy tan seguro de que las tareas administrativas sean necesariamente repetitivas, especialmente en el caso del nivel técnico. Lo que está claro es que los funcionarios las percibimos como repetitivas. Volviendo al ejemplo del saxofón y a Charlie Parker, tocar música puede ser algo repetitivo o deliciosamente libre, según como lo veas. De hecho, para tocar decentemente debes seguir unas rutinas muy estrictas. La experiencia del flujo es una capa por encima de la rutina, que no anula la rutina, sino que crece a partir de sus cimientos.
Dicho más claro: ¿tú que haces, funcionata, tramitar expedientes (repetitivo) o dar una óptica solución técnica al problema que se le ha planteado a alguien?
Muy interesante la reflexión sobre el estado de flujo. Lo bueno que tenemos los humanos es que somos capaces de entusiasmarnos con las cosas más increíbles.
Un saludo,
Julen