Cultura de la innovación para el oGov
La innovación es una posibilidad que puede ser favorecida o desalentada. Tal vez no sea posible sistematizar, industrializar ni automatizar la innovación, pero ciertamente es posible crear un contexto donde florezca. Esta es una lección universal, que vale para la administración y las empresas, para las ciudades creativas y las sociedades innovadoras.
Vamos a darle una vuelta a esto del contexto. Como algunos habéis escrito mucho y bien sobre esto, haré uso profuso de la cita.
El siempre razonable Óscar Cortés afirma:
«Para el éxito de la innovación es fundamental disponer de un contexto que la propicie: el tipo de organización (planas, adhocráticas, informales, flexibles, versátiles), el valor supremo de la persona (motivada, formada, valorada, reconocida), la capacidad de asumir una prima de riesgo y coste o relativizar el factor tiempo en la obtención de resultados (innovar no puede someterse a plazos).»
Rosalind Williams es más parca: “el contexto influye”, y echa mano de Castells para desarrollar esta idea:
“Los estudios sobre las tecnologías de la información y la comunicación demuestran, una vez más, lo que los historiadores de la tecnología establecieron hace tiempo: que la tecnología sólo puede cumplir sus promesas en el marco de transformaciones culturales, organizativas e institucionales”.
Lo hemos dicho una y otra vez: “es más que tecnología”. Pero, también, “no es posible sin tecnología”. En todo caso, lo que estamos buscando, quizá construyendo, es una nueva cultura: la cultura de la innovación.
La cultura de la innovación, el espíritu emprendedor, la sociedad creativa… son conceptos con grandes áreas de intersección. Quizá la idea más clara y más apropiada para designar a la cultura que corresponde a una sociedad red orientada a la innovación es la que Pekka Himanen llama “ética hacker”.
Últimamente, Himanen está proponiendo, muy a su pesar, sustituir la expresión “ética hacker” por “cultura de la innovación”, debido a las connotaciones negativas que los medios dan a la palabra hacker. Es significativo que, para él, sean expresiones intercambiables.
Creo que eso da un espaldarazo a nuestra vieja arenga de que la administración innovadora precisa de funcionarios y ciudadanos hackers. No hay buen gobierno sin buenos ciudadanos, y viceversa.
En opinión de Himanen, la cultura de la innovación está amenazada por la entronación del dinero como valor supremo y, especialmente, por las leyes sobre propiedad intelectual.
“Ahora existe una tensión básica entre el capitalismo informacional extremadamente orientado hacia el dinero y la tendencia básica de la cultura de la innovación. La fijación por el dinero lleva al cierre de los canales de información. La innovación vive de los flujos abiertos de información. Si se ejerce la propiedad de forma mezquina, el proceso de innovación global se resiente”.
También tiene palabras para la administración pública:
“En la era de la información, la sostenibilidad del sector público dependerá también de que asuma una cultura laboral de la innovación basada en la pasión creativa en red y en una relación más flexible con el tiempo, algo que sólo es posible si se efectúa un cambio consciente de la cultura de la administración pública. Solamente a través de tales mejoras de la productividad basadas en la innovación podrá el sector público continuar suministrando una base sostenible para la era de la información global y no será eliminado por obsoleto”.
Como veis, Himanen nos ofrece buenas razones para que la administración pública se lance a innovar, incluida una que en su momento expresamos así: “cualquier día los ciudadanos se van a hartar, van a prender fuego al palacio de la administración y se van a repartir nuestros despojos, a menos que seamos capaces de asombrarles con nuestra capacidad de aportarles valor”.
En resumen, es primordial cambiar la cultura para poder hablar de una administración innovadora. En este empeño me parecen útiles los modelos hipotéticos que han ido surgiendo en la blogosfera pública. Le tengo cariño a uno que formulé en su día -“el árbol sefirótico de la administración emergente”-, pero creo que deberíamos abanderarnos bajo la enseña del “open government”, aprovechando el movimiento open global.
El movimiento open es un movimiento genuinamente hacker y, en principio, más coherente con el sector público que con el privado, aunque ya sabemos que nuestra realidad es fuertemente paradójica. Debemos empujar en ese sentido, tal como propone Javier Llinares.
Y, para acabar, quiero volver a poner encima de la mesa la lista de valores a la que dediqué los primeros esfuerzos en este blog. Creo que pueden ofrecer gasolina para el cambio cultural que pretendemos:
Las citas no blogosféricas proceden del libro colectivo, editado por Manuel Castells, «La sociedad red: una visión global«.
@Marijo: muy buena tu caracterización de la cultura de la innovación. De acuerdo al 100%, pero donde dice «ganchillo» debería decir «macramé» 🙂
El tema de la innovación no es de los que se ventilan rápido. Este comentario pretende aportar algunas obviedades que podrían facilitar la innovación y/o frenarla:
Conseguir un nivel de stress positivo mantenido. El estrés negativo sumado a angustia sobrecargar etc. no ayuda a la innovación. Estar con el encefalograma plano tampoco. Un cierto grado de stress positivo puede ayudar a manteneros alerta.
Afición por el ganchillo. Me refiero al gusto por el cotilléo. Por interesarnos de múltiples cuestiones. De no perder la curiosidad. Si nos da igual saber de qué esta hecha la mermelada que nos han servido en el desayuno (tomate, calabaza,…) malo porque muchas cuestiones han dejado de importarnos.
Una cierta salud mental. Es evidente que cuando alguien esta fatal porque tiene problemas graves (enfermedades propias o de familiares cercanos, problemas económicos fuertes, obsesiones,…) el coco no esta para innovaciones.
Practicar la lectura. Leer -el cepellón de las ideas hay que nutrirlo constantemente- si además se cultivan otros géneros al margen de lo profesional mejor que mejor.
Algo de equilibrio emocional. Cuando se está tocando fondo porque tu pareja te ha abandonado por ejemplo, o al contrario con un subidón monumental y en pleno enamoramiento con la hormona alterada las ideas están en otro sitio pero difícilmente en la innovación.
Gusto por hacer las cosas. Si hay que hacer algo mejor intentar hacerlo bien. Con gusto. Aunque se trate de planchar una camisa. El placer de que quede bien. No de hacer por hacer para terminar lo antes posible.
No al pensamiento cenizo. Una cosa es pisar tierra y otra sufrir por anticipado imaginando las peores situaciones. Si la tendencia es pensar que las cosas van a salir mal el talante para la innovación está dañado.
Gracias, muy interesante. No se si open government es el nuevo paradigma, porque no puedo olvidar que el primer episodio de la serie comica inglesa «yes, minister» (en los anos ochenta) se intitulaba «open government».
Pero seguro que la transparencia es un valor fundamental del gobierno en el web 2.0
Por esto me gustaria discutir sobre nuevos indicatores de «benchmarking eGovernment», por misurar la transparencia. Ya tengo algunas propuestas en mi blog egov20.wordpress.com
Creo efectivamente que lo Open representa todo lo que tu dices y que la Administracion Publica parte de una situacion de desventaja cultural como para afrontarlo, pero los ciudadanos van a demandarlo y finalmente va a ser el lugar mas propicio para desarrollarlo. (escrito desde Alemania, aqui no tienen acentos)
Gracias por el artículo, Alberto. Se te ve fino. 😉
Yo al contexto le añadiría que se aleje del centro. Acabo de publicar un artículo a partir de una entrada de John Hagel. Otra vez se ve que estamos en caminos cercanos. Cómo me alegro.
Contexto y cultura son clavs contra la innovación. Ahí está el quid de la cuestión. Y lo público no podía ser menos. La presión del entorno (ciudadanos, empresas, etc.) puede ser fundamental para que ésta cambie su patrón. Si no, se quedará obsoleta. Y eso es algo que una sociedad avanzada no see puede permitir
La reflexión sobre el contexto me parece fundamental ahora que en la Administración hay quienes, muy tímidamente aun, empiezan a hablar de innovación. No voy a repetir aquí la frase de JJ Goñi que pego últimamente por todas partes (al que le interese la tiene en el post sobre Koldo Saratxaga), pero sí voy a recordar los tres conceptos clave de esa frase: libertad, confianza y comunicación. A lo mejor hay que dar una vuelta a estos conceptos antes de hablar de innovación en la Administración pública, porque si la innovación se aborda obviando estas condiciones necesarias será difícil tomarse en serio las iniciativas que puedan ponerse en marcha. Muy bueno, el enfoque del contexto.