Simplificación administrativa: retorno al futuro
El 24 de febrero, la mañana previa a la elección de la Reina del Carnaval, tuve la oportunidad de impartir una conferencia en Las Palmas de Gran Canaria ante una representación de los Gobiernos de Canarias, Azores, Madeira, Cabo Verde, Mauritania y Senegal, en el marco del proyecto Simplimac.
Ya habréis intuido que la materia a abordar era una de las clásicas en la Administración pública: la simplificación. Piedra de toque de todas las reformas hace un tiempo, se ha visto un tanto obscurecida con la llegada de paradigmas más potentes como la calidad, la modernización, la Administración electrónica o la innovación pública. Sin embargo, parece que reverdece con la puesta en marcha de la Ley 39/2015.
En todo caso, simplificar sigue siendo uno de los retos eternamente pendientes. Antes, en un entorno de papel y, ahora, en otro que quiere convertirse en digital. Simplificar para ganar en eficiencia, en eficacia, en inteligibilidad de la administración. Un eslogan: nunca digitalizar sin antes simplificar.
Pablo Javier Hernández Bolaños, Director General de Modernización y Calidad de los Servicios, nos recordó que la simplificación ya no puede referirse exclusivamente a la simplificación de procedimientos o a la reducción de cargas administrativas: la propia Administración, como institución, y su cultura deben redefinirse a la luz de unos servicios radicalmente orientados a sus destinatarios.
Por mi parte, traté de actualizar este venerable concepto a la luz de los debates más actuales, para lo cual me serví de la pizarra de Marcelo Bielsa (no sé si usaba pizarra, pero me apetecía nombrar a este sabio), en la que coloqué jugadores estratégicamente repartidos por la cancha para ganar el partido.
La Administración electrónica queda en la portería. Un jugador clave, que sustenta el equipo y cuyos fallos pueden costar muy caros, pero que no mete goles. Está al servicio del resto del equipo. Algo así cabría decir también de los cuatro componentes de la defensa.
La innovación, apoyada en dos valores –colaboración y apertura– es quien reparte juego hoy en día, mientras que los goles recaen en el buen gobierno –hacer bien las cosas buenas– y el gobierno abierto –legitimación de lo público.
¡Atención! Nos queda un jugador fuera. Es el 10. El falso 9. El impacto, también conocido como el valor público, es el mejor jugador del mundo. O jugadora, que los conceptos son andróginos. Cuando se aborda la simplificación sin tener en cuenta este tridente goleador -impacto, gobernanza, gobierno abierto- corremos el riego de simplificar procesos inútiles y de desaprovechar una ocasión de fortalecer la relación con la ciudadanía.
A partir de esta introducción futbolera, la conferencia continuó por cauces más previsibles. No olvidé homenajear a Fermín Cerezo, cuyo mapa mental sobre simplificación sirvió como base para el mío propio.
En el turno de preguntas, D. Mamadou Salif Kande, Director de Renovación en Senegal, hizo la gran pregunta: «si este es nuestro equipo, ¿contra quién jugamos?» Yo diría que contra el equipo de -como diría Rafael Camacho– los supervillanos de la Administración: la desidia, el lenguaje abstruso, el «vuelva usted mañana», la no-usabilidad, la excesiva jerarquización, la desconfianza, la opacidad, la desconexión de las necesidades reales.
Por fin, recordemos el principio único de la simplicidad, según John Maeda: «La simplicidad consiste en sustraer lo que es obvio y añadir lo que es específico». Específico es todo aquello que aumenta el valor público en nuestro caso.
Os dejo la presentación, con encargo de que me digáis qué os parece.
Puedo asegurar que el powerpoint es muy bueno, pero la puesta en escena de Alberto fue realmente espectacular: la simplificación explicada para que lo entienda ¡…hasta quien no desea simplificar!
Muchas gracias, Pepe. Me llena de alegría que el piropo venga de un ilustrísimo ilustrado como tú.
Por cierto, la presentación es una enciclopedia de sabiduría administrativa.
Muchas gracias, compañero. La parte enciclopédica debe mucho a Fermín Cerezo, ese gran simplificador e innovador.
Comparto con Alberto y con Schumacher que lo sencillo es hermoso. Y la administración no es nada sencilla. Para hacer las cosas sencillas hay que tener las ideas muy claras y creo que eso es lo que falla.
Mi percepción es que la tecnología está ayudando, aunque también genera problemas nuevos. Es más, pienso que las principales innovaciones que se han producido en la administración han venido de la mano de la tecnología. Y no me refiero solo a la administración electrónica actual, sino sobre todo a la incorporación de la informática a finales del siglo pasado. Lo primero que hacemos ahora los funcionarios cuando llegamos al trabajo es encender el ordenador y si no funciona el sistema informático estamos perdidos. Esto pasa desde hace solo unos 20 años. No es un cambio pequeño.
¿Cuánto han cambiado desde entonces la organización, los procedimientos, la función pública, la contabilidad, los sistemas de control e, incluso, la cultura organizativa?
Hay que simplificar, desde luego.
Muy fan (rozando la envidia) del planteamiento. Creo que si vamos a mejor (de hecho, si miramos a 5 años atrás veremos cómo vamos de mejor). Estoy también muy de acuerdo con Pilar sobre el tema de la legislación, pero creo que hay un problema de mentalidad y es que vamos a buscar ( exprimir) la ley hasta la saciedad. La ley hace mucho y es muy importante, pero es, ni más ni menos, que el marco en el que nos movemos. Dudo mucho que alguna vez una ley logre que algo tan «futil» como la satisfacción de la personas, porque no es su función. Sin embargo, sacamos las leyes 39 y 40 y nos metemos a muerte con el tema legislativo normativo olvidando la práctica… Ojo, no digo que no sea importante, pero creo que desequilibra enormemente el interés, el diálogo y la conversación.
Opino como tú. Es más, sería partidario de redactar las leyes «a posteriori»; esto es, una vez que la práctica funciona bien y sabemos cómo queremos regular.
Estoy de acuerdo con vosotros, Pero es fundamental que cambie la forma de legislar, la legislación es farragosa y burocrática y se ve desconexión total entre grandes leyes (por ejemplo la futura ley de contratos con la de procedimiento administrativo).
Hola Alberto, paso la lectura a mis dos alumnas del trabajo de fin de máster del INAP. Es inevitable abordar la implantación de la tecnológica en al gestión pública y, antes de nada, creo que es necesario limpiar todo lo que no aporta ningún valor añadido.
Hace algún tiempo, desde que me metí con las redes, leí sobre la necesidad de practicar una operación «spring cleaning».
Creo que en la Administración Pública teníamos que estar «cleaning» las cuatro estaciones de los próximos 5 ó 10 años.
No sé que pensará Iñaki Ortiz Sánchez. Igual está «cleaning».
Iñaki está clean and lean, como un samurai.
Y la pregunta es: ¿vamos a mejor? Por preguntar… 😉
Vamos a mejor. Cada vez hay menos papeles tontos que presentar y más anticipación sobre los procedimientos. Ahora bien, sigue siendo doloroso comprobar que cualquier joven que se lea hoy «Vuelva Usted Mañana», siga encontrándolo igual de comprensible y de desesperante que en 1833. Para 2033 el reto debe ser que nadie entienda ese relato, lo mismo que no entendemos buena parte de la literatura medieval.