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¿Qué podemos aprender las administraciones de las cooperativas?
Mi idea inicial era muy simple, aunque no sé si fui capaz de plasmarla en toda su sencillez. A ver si lo consigo ahora. En nuestro entorno geográfico y social, hace ya unos cuantos años, se dieron las circunstancias que permitieron desarrollar una experiencia de éxito en el ámbito empresarial. ¿Sería posible desarrollar algo equivalente, basado en principios y valores similares, en el ámbito de la Administración pública?
Julen Iturbe aceptó entrar en este debate aportando un enfoque, sobre todo, desde el punto de vista de la participación. Como ya he dicho en algún comentario, Julen nunca nos falla. Y en esta ocasión le agradezco especialmente su participación.
En este post voy a continuar reflexionando sobre este tema, profundizando en aspectos que apenas esbocé en mi primer post y aprovechando las ideas y puntos de vista aportados en el post de Julen.
Cooperativas, participación, Administración y proceso de paz
Primero diré que mi experiencia profesional tiene que ver los últimos quince años con el entorno de MCC. Primero trabajé en LKS Consultores, luego en un grupo industrial (Maier) y ahora colaboro con Mondragón Unibertsitatea, al tiempo que llevo a cabo proyectos de consultoría para algunas cooperativas. Este es mi bagaje. Además, en mi tesis doctoral también estoy analizando procesos de cooperación entre las personas dentro de las cooperativas.
Creo firmemente que necesitamos un enfoque sistémico (nos sirve Peter Senge) para entender la participación y cómo puede impulsarse. Hay que contemplar la globalidad y los mecanismos que explican círculos viciosos y círculos virtuosos. La causalidad es circular y no lineal. Pero, además, las palancas para provocar participación son pequeños detalles, diferentes según en qué entornos. Por eso hay que trabajar la participación en dos niveles: uno macro y otro micro. Esta es la base de mi enfoque.
Cooperativismo y Administración pública
El pasado viernes, la Confederación de Cooperativas de Euskadi presentó, en el Parque Tecnológico de Miñano (Alava), la aportación del cooperativismo vasco «a la construcción de la paz», desde «el apoyo al proceso» mediante dos compromisos concretos, que pasan por desarrollar el Plan de Paz y Convivencia en Euskadi aprobado por el Gobierno vasco, así como por apoyar el Centro para la Paz y la Elaboración Ética de Conflictos-Baketik.
Si el movimiento cooperativista puede contribuir a la construcción de la paz, se me ocurre que también debe tener algo que aportar a las Administraciones públicas. O, leído por el reverso, supongo que las Administraciones vascas podríamos aprender algunas lecciones de la experiencia cooperativista surgida en nuestro entorno.
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