Es mejor participar que pertenecer
Tal vez sea porque pertenezco a la generación X, pero el caso es que tiendo a ser individualista y a no fiarme de los grupos grandes. Por eso he huido de enrolarme en asociaciones grandes, en partidos políticos, en sindicatos y no soy socio de ningún club de fútbol.
Mis amigos de la generación anterior me toman a veces por frívolo e insolidario. Una vez me dijo uno: “hay que militar en algo, aunque sea en el Athletic”. Tenía razón George Brassens: “a la gente no gusta que uno tenga su propia fe”. Pero, desde que Pekka Himanen escribió “La ética del hacker”, tengo un apoyo para contestarles.
En contra de quienes creen en la necesidad de las grandes agrupaciones, con su inevitable delegación de derechos y sus jerarquías más o menos verticales, yo creo en el individuo en red, el colectivismo de grupo minúsculo, incluso en el personalismo altruista.
He acuñado un pequeño eslogan, para los que somos así: es mejor participar que pertenecer.
Cuando estuve en Gijón, ciudad densa en asociaciones, tuve una revelación: estamos identificando asociacionismo con participación. Sin embargo, los relatos de cómo funciona la participación pública de la ciudadanía a través de las asociaciones muestran las mismas miserias que la participación de los trabajadores a través de los sindicatos, o de la participación de la ciudadanía a través de los partidos políticos.
En una asociación lo bastante grande -¿cuánto es eso, Dunbar?- el individuo pierde el sentido de la responsabilidad, deja de percibir la relación causa-efecto entre lo que él hace y las consecuencias. Unas pocas personas, con más tiempo libre –típicamente, jubilados- o con más sed de mando, terminan formando una camarilla que dirige la asociación. Y los que llevan la voz cantante sienten la necesidad de afirmarse ante sus bases mediante una pose de enfrentamiento con la administración. Al final, deciden pocos y de mala manera.
Por eso creo que el gran reto de la participación, hoy, no es tanto el de habilitar mecanismos públicos, como el de generar una cultura democrática dentro de las organizaciones: universidad, asociación, partido, sindicato, empresa, administración. Dicho de otra forma: sólo conseguiremos una participación ciudadana de calidad si la sociedad en su conjunto se organiza según mecanismos democráticos. No hay buen gobierno sin buenos ciudadanos.
Pero no tiene sentido esperar a que el cambio ocurra. Afortunadamente, vivimos en la época en que es posible generar una cultura democrática basada en el individuo, aprovechando el poder de las redes unidas a Internet. Si las personas cambiamos, las organizaciones acabarán cambiando. O perdiendo importancia.
Ahora mismo, confío más en los mecanismos de participación individual que en los profesionales de la representación. Sin embargo, no pretendo menospreciar el valor de las asociaciones. Simplemente, quiero equilibrar una balanza que ha estado demasiado volcada hacia los grupos que se han dotado de estatutos, presidentes y vocales. Prefiero el modelo Aprendices.
Hay un símil muy bien traído en “Polis, la ciutat participativa” (PDF, 1,2MB), de Joan Font e Ismael Blanco, publicado por la Diputación de Barcelona. Lo traduzco:
«En las fiestas del barrio barcelonés de Gracia siempre ha habido más de una veintena de calles engalanadas por pequeñas asociaciones de calle, que pasan todo el año preparando su fiesta. Desde hace pocos años, los vecinos tienen una nueva oportunidad de contribuir: además del concurso de calles decoradas hay otra convocatoria de decoración de balconadas de casas individuales. Ahora hay tantas calles decoradas como hace unos cuantos años pero, además, cada año crece el número de personas que se animan a participar en la nueva modalidad. Pese a la riqueza e interés de la vida asociativa del barrio en torno a la decoración para las fiestas, hay personas que no encuentran a nadie en su calle que quiera trabajar con ellos, que viven en una calle que no reúne condiciones para ser engalanada o que, sencillamente, no tienen tiempo o ganas de coordinarse con sus vecinos. Con la nueva oportunidad de participar, estos vecinos ganan, el barrio gana y no pierde nadie.
Lo mismo que ha pasado en las fiestas de Gracia está pasando en el terreno de la participación local. Hace pocos años, la participación pasaba de manera casi exclusiva por la tarea fundamental de las entidades. Hoy, las entidades siguen siendo igual de importantes y de necesarias, pero se han ido abriendo nuevos resquicios participativos para favorecer que también puedan participar quienes no pueden o no quieren asociarse.»
Por cierto, qué buenas fiestas y qué buen barrio. Como decía Gato Pérez, que tiene allí una plaza, “Gràcia rei de tots els barris, de la festa i del sabor”.
He tomado prestada la hermosa foto de la calle de Gracia engalanada a zunbidos.
He estado dándole vueltas a tu reto y te confieso que lo había pensado, pero en este momento estoy atacando varios frentes, así que supongo que será mejor dejarlo para más adelante y de momento abro el block (de notas) y tomo nota.
Respecto a lo de filosofar creo que tienes razón, pero por otra parte los griegos (algunos) pasaron buenos ratos filosofando y debatiendo.
Abrazos.
Roge, me ha gustado eso de que en el cara a cara se ven mejor las sombras que las luces. Menos mal: sería insoportable estar filosofando todo el día.
Me alegro mucho de que te haya gustado y te lanzo un reto: ¿has pensado en abrir tu propio blog?
Que descubrimiento, Alorza ! Que grata sorpresa ! Que pena, no obstante que para conocer aspectos trascendentes de personas próximas no nos manejemos mejor en las distancias cortas, quizás porque el cara a cara pone en evidencia nuestra humanidad, de escasas luces y numerosas sombras.
Estoy de acuerdo contigo, creo que es mejor participar que pertenecer, es más natural, la pertenencia significa; en ocasiones; compromiso por encima de la coherencia, inconsecuencia, pérdida de identidad y de libertad.
Las nuevas tecnologías deben ser la llave que abra las puertas a la PARTICIPACION con mayúsculas, de modo que si permiten decidir sobre el petardo-a (con todo respeto) que debe abandonar la casa de Gran Hermano deben permitir decidir sobre cuestiones que realmente nos interesan y/o preocupan.
Un fuerte, fuerte abrazo y hasta pronto.
¡Gracias Blogorri! Resulta que hay versión en castellano, y yo leyendo en catalán en la intimidad. Veo que no he traducido mal, por suerte.
Aquí esta la versión en castellano del documento: Polis, la ciudad participativa
Pedro, Iñaki, me alegro de que por fin surja cierta polémica. Para eso están los slógans: para despertar la chispa.
Ahora mismo no tengo tiempo de contestar a vuestros comentarios como se merecen, pero simplemente apuntaré tres cosas:
– que, tal como admitís, defendemos posturas bastante próximas,
– que no tengo inconveniente en pertenecer a grupos pequeños, donde mi voz no quede diluída y pueda darse un diálogo auténtico,
– que el individuo en red no tiene porqué practicar el individualismo feroz; simplemente se asocia ad hoc para defender causas concretas, en lugar de casarse toda la vida con una organización y una ideología.
Se podrá estar de acuerdo o no con tus comentarios, Pedro, pero siempre me parecen interesantes. Reconozco que a mi esto del individualismo me chirría un poco. Y, al mismo, tiempo soy celoso defensor de mi individualidad. Puede parecer contradictorio, pero no creo que lo sea tanto.
Además, si pertenecer es «formar parte», queramos o no, inevitablemente formamos parte de bastantes colectividades y grupos, no siempre con el mismo gusto, por cierto. Y no me parece malo, sino todo lo contrario. Somos animales sociales, ¿no?
Por mi parte, me parece estupendo que tengamos la libertad de poder agruparnos con aquellos que comparten nuestros valores e ideales básicos. Era peor cuando no podíamos hacerlo, como recordaréis los «veteranos». Otra cosa es que aspiremos a que esas «asociaciones grandes» funcionen democrática y participativamente. Pero mucho temo que eso tendrán que conseguirlo los que están dentro de ellas, los que pertenecen y forman parte, porque desde fuera difícil lo veo.
Y, como diría Pedro, después de este rollo creo que no me siento lejano de las opiniones de ninguno de los dos. ¿Otra contradicción? Creo que no, que en el fondo estamos defendiendo prácticamente lo mismo.
(Y ya sé, Alberto, que todo el rollo que acabo de soltar al final viene a decir lo mismo que tú estabas expresando en tu entrada: que la participación es algo necesario e irrenunciable.
Lo que yo intenté es reforzarlo un poco desde esa otra perspectiva que expresamente señala cómo la «pertenencia» no es en sí algo negativo. Vaya, que lo que yo diría es un «¿pertenecer?, vale, pero siempre participando»). 🙂
Puesto que a tantos les gustó el eslogan… voy a permitirme yo, por aquello de polemizar, mostrar mi firme desacuerdo con él. Afirma el eslogan que:
«es mejor participar que pertenecer»
y con ello en cierto modo implica que «participar» y «pertenecer» de alguna forma se excluyen. Pero, ¿es realmente así? Yo creo que no, y sospecho que la asunción por parte de Alberto de que cualquier tipo de agrupación «grande» lleva asociada una «inevitable delegación de derechos y sus jerarquías más o menos verticales» puede estar equivocada.
¿Por qué no va a ser posible que, precisamente porque me siento identificado con los objetivos de una agrupación o un movimiento social, y queriendo por tanto pertenecer a ella, decida que quiero participar activa y continuadamente en sus actividades y procesos de decisión? De hecho, tal como señalaba Iñaki respecto a las organizaciones «adhocráticas», participaré y perteneceré al movimiento mientras sienta que me merece la pena.
Sin duda que esto no es esto lo que ocurre normalmente en nuestras asociaciones de vecinos, ni en nuestros sindicatos… ¿pero no sería, de hecho, lo ideal? ¿Que además de las acciones que desarrollamos como individuos tuviésemos también «grandes agrupaciones» de las que formar parte, que se caracterizasen precisamente por la altísima «participación interna» que practican sus miembros?
Si esto no ocurre es, principalmente, porque nuestras asociaciones, lo mismo que nuestros sistemas políticos, no están todavía preparadas para la abrazar la participación.
Pero creo que antes que renunciar a ellas, y elevar alegatos del individualismo feroz, convendría que intentásemos al menos ayudar a reformarlas. Cambiarles lo que tienen de malo, sí, pero quedándonos con cuanto de bueno puedan tener. Utilizando para ello Internet, claro. Lo que probablemente no bastará. Tal vez se haga necesario hacer evolucionar también nuestros patrones éticos, culturales y quizás… hasta nuestros hábitos de consumismo desbocado. Y ahí un excesivo individualismo puede volverse un obstáculo, más que algo bueno.
En éste mi alegato por la convivencia de la participación y el colectivismo (¡¡porque no es lo mismo colectivismo que borreguismo!! 🙂 ), permitidme que os lleve a la Guatemala de 1970, en mitad de la selva de Ixcán, donde una comunidad de campesinos explotados y desposeidos, a los que unía el sueño de crear su propio poblado y hacerse así dueños de su destino, se atrevieron a abordarlo:
(a mí este fragmento me impactó; y creedme, para esto de la e-participación… es posible que nos tengamos todavía mucho que aprender de los valores comunitarios y de la espiritualidad maya)
@Iñaki: ¡Vaya! Si hubiera recordado tu post lo hubiera enlazado, porque viene muy a cuento. Estoy de acuerdo contigo. Y con Perico Ibarra. Ahora bien, en mi caso, más que cansancio es asunto de código genético: llevo la independencia en todos los cromosomas.
Curiosamente, no tengo ese problema para los grupos muy pequeños. Por ejemplo, no siento mi individualidad en riesgo por compartir este blog contigo. Todo lo contrario: me ayuda a afirmarla.
Sin haberlo teorizado como tú, en la práctica he llegado al mismo resultado. Quiero decir que he participado en algunas asociaciones, pero nunca he pertenecido a ningún partido ni sindicato.
Supongo que en otra época era más fácil tener una identificación alta con una única organización. En la medida que las sociedades y la propia vida personal se complejizan, las personas actuamos en un número creciente de planos, lo que hace más difícil alcanzar esos altos niveles de identificación con un único partido.
Algo parecido opinaba Pedro Ibarra en aquella reflexión que traje a un post de este blog allá por abril del año pasado. La pego a continuación:
Aunque me considero con poca autoridad para opinar de estas materias (si sólo habláramos de lo que sabemos este blog sería mucho más aburrido), supongo que estamos evolucionando hacia un tipo de participación política «adhocrática», en la que las personas se agrupan en torno a causas concretas, manteniendo al mismo tiempo tantas vinculaciones distintas como intereses concretos deseen defender en un momento determinado, y deshaciendo esos vínculos una vez el proceso haya finalizado o el ciudadano haya decidido dejar de participar en él.
La red facilita, desde luego, este tipo de organización adhocrática. Será interesante observar como estas formas emergentes de participación conviven con el sistema representativo, que todavía seguirá en vigor durante bastante tiempo.
Yo también me sumo al slogan! Creo que es una de las claves: somos individualistas, pensamos por nosotros mismos, es el momento de las minorías y no tenemos porqué callarnos cuando una mayoría marca la línea de actuación, si no estamos de acuerdo con ella.
@Pablo: Esa pata es siempre conflictiva, porque allí es donde termina el servicio público y empieza la guerra de partidos. Además, no tiene nada que ver, por ejemplo, una dirección general en un gobierno autonómico, cuya labor tiene componentes técnicos y de gestión, que una consejería o una alcaldía, donde prima la lógica de la política de partido.
En todo caso, es una de las patas, y hay que procurar que se mueva al unísono con las otras tres.
No seas tan duro con tu cachorro: ya verás cómo va a crecer, con un poco de atención.
Me gusta el eslogan más que mi animalucho desnutrido y falto de cariño. Por cierto, la pata de los políticos…Que pasa con esa pata?, Nadie se va a meter con ella?
Político Local = (Ciudadano + Funcionario)* empresario^2
por lo menos en Canarias
Es decir, al fin y al cabo está en esas tres patas o no?
Creo que sí, Jaizki, que tu obsesión conecta con la mía en este punto. En el fondo, los dos estamos apelando a que los adultos actúen como adultos y sean tratados como tales.
Me gusta el eslogan. Va muy en línea con esa obsesión mía por la responsabilidad individual. 😉
Gracias, Ismael.
No hay que despreciar el argumento del coste, pero no es tan concluyente como puede parecer. Detrás de él está el mito de los grandes números: «la participación sólo vale si participa mucha gente, un porcentaje muy alto». Yo no lo veo así. Me conformo con una participación de calidad en asuntos que me atañen directamente o me interesan, un mero seguimiento de otros asuntos que estén trabajando otros, y una delegación completa en los demás. La clave es que quien tenga ganas y capacidad para participar pueda hacerlo.
Hay quienes proponen darlo todo masticadito. Prefieren tener consumidores a tener ciudadanos.
Me gusta – ¡me encanta! – el nuevo eslogan.
Queda, sin embargo, el comentario de rigor, y que es el del famoso coste de transacción/participación: para participar, y participar en condiciones, hay que estar informado, hay que generarse la propia opinión, carearla con la de los demás, etc. Esa es – o era – la gracia de la representatividad, que hacía disminuir los costes de participar («me lo dan masticadito, voto al que hará lo que yo sin tener que trabajármelo tanto»). Sin ella, yo también disfruto más, pero… ¿acabaré cansándome de participar tanto? 😛