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Profesionalizar la función directiva pública
Hace un par de semanas se suscitó un interesante debate en el blog de Oscar Cortés sobre la siempre polémica cuestión de la dirección pública. El título de su post ya lo propiciaba: «Directivos públicos: la pugna entre políticos y funcionarios«. La verdad es que este tema me parece crucial para la transformación de las administraciones públicas y creo que no se le suele conceder la importancia que tiene. En unos casos, porque tal vez estemos tan acostumbrados al sistema actual de cobertura de los puestos directivos de la Administración pública que hayamos llegado a pensar que es natural que las cosas se hagan así y, en otros, porque posiblemente consideremos que los intereses en juego son demasiado fuertes para que el sistema pueda cambiar, con lo cual no merecería la pena perder mucho tiempo en este debate.
Desde mi punto de vista, no se trata de un pulso entre políticos y funcionarios, ni mucho menos. La cuestión es que las personas que ocupan los puestos directivos en cualquier organización, y la Administración pública no es una excepción, tienen una influencia enorme sobre su funcionamiento. Si queremos conseguir unas administraciones eficientes no podemos eludir el tema de la dirección pública. Y el debate no es si los directivos públicos deben ser o no funcionarios, sino cómo dotar a las administraciones públicas de los directivos adecuados para su buen funcionamiento.
Me quedo con esta frase de Oscar Cortés: «Estamos de acuerdo con que la idea fundamental debe ser la PROFESIONALIZACIÓN de la función directiva, que garantice a las administraciones públicas disponer de personal directivo de alta capacitación y preparado para liderar el sector público del futuro».
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