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No hay buen gobierno sin buenos ciudadanos (1)


Participación: de la a del auzolana, a la z de la zofra

Aunque este blog nació para el diálogo sobre la Administración pública, se ha ido cargando de artículos sobre la política y los políticos, sobre el gobierno y la gobernanza. Es natural. Por más que la administración y la política sean dos cosas diferentes, no pueden entenderse la una sin la otra.

Si hubiera que sintetizar en un solo concepto qué será esto de las Administraciones en red, esa palabra sería participación. Por lo tanto, estamos tras la pista de un modelo en el que la ciudadanía intervenga activamente en la toma de decisiones sobre los asuntos que le afectan; a saber: todos. Quien tenga práctica en las asambleas universitarias, en las reuniones de la comunidad de vecinos, quien sea socio compromisario de un club de fútbol, dejará horrorizado de leer este post y este blog ahora mismo. No hay nada tan frustrante como las experiencias habituales de toma de decisiones colectivas. Pero quien haya participado en la creación de software libre, en la actualización de la wikipedia o también en actividades tradicionales de voluntariado, de la a del auzolana a la z de la zofra, puede dar fe de que también existe the sunny side of the street.

Parece, por lo tanto, que es posible una participación que sea, al tiempo, eficaz y satisfactoria para las personas que la ejercen. Defenderé que el éxito de la participación depende de varios factores y que el más relevante es conseguir una masa social que incorpore ciertos valores y que posea conocimiento de cómo se participa eficazmente, junto con experiencia en procesos exitosos de participación. Para obtener un gobierno de calidad hay que empezar por elevar la calidad de la sociedad civil.

Para no perdernos en obviedades, debemos trazar algunas distinciones. Para empezar, debemos tener presente la diferencia entre las políticas y los servicios públicos. Dos posibles definiciones serían las siguientes:

  • Servicios públicos: actividad de prestación por parte de la Administración pública de bienes útiles a la comunidad.
  • Políticas públicas: conjunto de medidas adoptadas para conseguir unas finalidades expresadas en un programa de gobierno.

Los servicios públicos no precisan de una ciudadanía participativa. En realidad, no precisan de ningún tipo especial de ciudadanía. Un servicio público de calidad es exactamente igual que un servicio privado de calidad y se caracteriza por satisfacer las expectativas de sus destinatarios. Los clientes pueden desear participar, o no, en el diseño o en la prestación de un determinado servicio. Frecuentemente, desean participar lo mínimo y recibir lo máximo. Teóricamente, al menos, es posible privatizar la prestación de todos los servicios públicos sin menoscabo de los resultados.

Ahora bien, desde mi punto de vista sería deseable establecer una relación menos clientelista y más comunitaria en los servicios públicos. A día de hoy, existe cierto grado de participación de las madres y padres en los centros educativos, pero queda poco más que citar. En otras sociedades se alcanzan niveles mucho mayores, en una gran variedad de servicios, dentro del contexto de unas culturas que fomentan las actividades de voluntariado y, en general, la corresponsabilidad de las personas en su comunidad. Sin embargo, reconozco que no es imprescindible la participación. Como pasa en el turismo, son posibles tanto el modelo “deje limpio el apartamento al marchar”, como el modelo “todo incluido”, si bien el primer modelo es mucho más sostenible.

Cuando hablamos de políticas públicas, nos situamos en el momento de la firma del contrato entre el Gobierno y la ciudadanía. Desde el punto de vista pecuniario, ahora es cuando se acuerda cuánto se va a recaudar y a qué partidas se va a destinar esa cantidad. Las cláusulas del contrato pueden variar, pero siempre existen algunas invariantes como el reparto de la riqueza, el impulso de la competitividad empresarial, el mantenimiento del orden interno y externo, o la realización de derechos básicos. En el marco de la Europa de hoy, con la gobernanza como paradigma de una forma de gobernar que quiere merecer la legitimación pública, se necesita una ciudadanía activa para firmar este contrato.

Por suerte, los ciudadanos quieren saber qué están firmando y negociar las cláusulas conforme a sus intereses. No es algo exclusivo de lo público. Por ejemplo, cuando contrato las vacaciones en una agencia de viajes, pongo mucho interés en acordar cuánto me va a costar y qué prestaciones voy a recibir a cambio, incluso si, una vez que empiezan mis vacaciones, lo que deseo es que todo vaya según lo acordado y no tener que intervenir para nada.

Dedicaré un próximo post –o varios, ya se verá- a desarrollar el concepto de “buena ciudadanía”.

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  1. 19/04/2006 a las 00:07

    Gracias, Gonzalo. Cuando digo eso de \»Los servicios públicos no precisan de una ciudadanía participativa. En realidad, no precisan de ningún tipo especial de ciudadanía\», hay que tomarlo en el sentido del comentario que hago más arriba. Esto es, pretendo remarcar que los servicios hay que prestarlos con el máximo de calidad, independientemente de que nustros usuarios sean participativos, bordes, desconfiados, borregos o lo que sea. Es posible, como ha pretendido la Nueva Gestión Pública, aplicar directamente la teoría de calidad de servicios a los servicios públicos, con los mismos indicadores de calidad: accesibilidad, fiabilidad, trato, confianza, elementos tangibles, personalización… Sin embargo, como bien apuntas, la ciudadanía no suele tener el poder recíproco de cambiar de \»empresa\» si la nuestra no le satisface. Con todo, a veces ocurre. Por ejemplo, los centros de Formación Profesional (y también otros centros educativos) están en crisis por la falta de alumnos y tienen que competir, entre ellos y contra los centros privados, para sobrevivir. De ahí que en Euskadi acumulen una enorme cantidad de certificaciones y de premios a la calidad.Volviendo al tema del post, creo que la gestión de lo público podría ser más satisfactoria si se entregara en manos de los que están afectados por ella. Por ejemplo, Joan Prats cuenta el caso de las escuelas de Chicago, donde se ha entregado la gestión a unas juntas compuestas por directivos, profesores y padres, que tienen libertad para innovar y respeto a sus equivocaciones, mientras que el Gobierno se ha reservado el papel de velar por el sistema, ayudar cuando hay problemas y sancionar en casos extremos. Los resultados están siendo buenos. Ahí hay una buena práctica de la que aprender.

  2. 19/04/2006 a las 00:07

    Haces bien en tirar de hemeroteca, Iñaki. Escribir este blog me está sirviendo para experimentar con ideas, lo cual me lleva a equivocarme y a cambiar de posición con cierta frecuencia. Sin embargo, he de decir que, aunque es verdad que algo ha cambiado mi posición respecto a lo de cambiar a los ciudadanos, aún podría mantener el espíritu de la frase que rescatas.En mi época de gestor de servicios de atención al cliente en la sanidad pública tuve que enfrentarme a menudo con una postura típica funcionarial que consistía en considerar a nuestros clientes como \»beneficiarios\», a los que les hacíamos un favor y que, en lugar de mostrar agradecimiento, tenían el descaro de querer que hiciéramos las cosas de manera diferente. En esa época puse en marcha varios grupos de mejora. Cuando hacíamos la tormenta de ideas para sacar a la luz los principales problemas de nuestros servicios, siempre había alguien que consideraba que nuestros clientes eran, en sí mismos, un problema y que la solución pasaba por \»educarles\». Difícil que los agentes de atención al cliente puedan educar al conjunto de la ciudadanía vasca, me temo.De ahí me quedó una señal de alarma que se me dispara en cuanto alguien habla de cambiar a los ciudadanos. ¡Primero tendremos que cambiar nosotros! En el caso de los servicios públicos es evidente. En la serie de posts que he dado comienzo quiero llevar otra orientación. De hecho, el título es un poco tramposo, porque podría haber sido \»no hay buen gobierno sin buenos ciudadanos, ni hay buenos ciudadanos sin buen gobierno\». Nos movemos en un terreno sistémico. La cosa no es cambiar a la ciudadanía, sino cambiar las condiciones del sistema para que se produzcan comportamientos que den lugar a un funcionamiento mejor, a través de una participación más rica.

  3. 19/04/2006 a las 00:07

    Cuando escribí el post e-Ciudadanos comentaste:\»Pese al título, compruebo aliviado que tu post no describe a los ciudadanos, sino que define algunas estrategias y actividades para orientar el servicio público hacia la ciudadanía. Me alegro de que sea así, para no caer en el error de pretender cambiar a los ciudadanos, en lugar de cambiar nosotros mismos\».Ahora, sin embargo, hablas de buena ciudadanía. Supongo que porque pensarás que habrá alguna que no lo sea. Y no sé si acaso pretenderás cambiarla. Perdonamé la maldad de haber tirado de hemeroteca ;-). Pues si es así, si apuestas por la promoción de la buena ciudadanía, entonces estoy de acuerdo contigo. Creo que hay ciudadanías mejores y peores. Lo apuntas en el post, una buena ciudadanía sería participativa, activa, corresponsable, dispuesta al voluntariado, al auzolana o a la zofra, etc. Estaríamos hablando de una ciudadanía 2.0 ;-), que no se conforma con ser consumidora pasiva de las políticas públicas, sino que más allá de estar dispuesta a participar, exige tener voz y voto en la definición y ejecución de las mismas. Pero no quiero adelantarme. Quedo a la expectativa del post o los posts que nos anuncias.Sólo añadiré que no sólo apuesto por la buena ciudadanía, sino que considero que es responsabilidad de los poderes públicos contribuir a crear las condiciones idóneas, el nicho ecológico, para que esa ciudadanía pueda medrar.

  1. 17/11/2013 a las 21:44
  2. 03/04/2013 a las 16:18
  3. 03/04/2013 a las 09:36

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