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Más allá de la flexibilidad horaria


Una buena noticia: «La subsecretaria del MAP presenta ‘teletrabajo’, dentro de las medidas del Plan Concilia«. Ya en su día publicamos un post sobre el teletrabajo público y parece que esta posibilidad está ahora más cerca, después de que hayan realizado una experiencia piloto exitosa: «Gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, (…) determinados funcionarios han podido desarrollar parte de su jornada laboral en casa, con resultados evaluados por el responsable de unidad y cumpliendo ampliamente los objetivos previstos«. Un pequeño paso para algunos funcionarios, un gran paso para el funcionariado.

Estoy leyendo «El fin de semana de siete días«, de Ricardo Semler, mi empresario-gurú favorito. Es un tipo de grandes ideas y pequeñas teorías, ya que su interés consiste en ponerlas en práctica, sin miedo de navegar contracorriente. Me está resultando un libro casi pornográfico: muestra una realidad ardientemente deseable, pero que, de momento, queda fuera de mi alcance. Semler ya había aparecido en algún post, y algún día tal vez le dedique uno en exclusiva, pero ahora sólo quiero utilizar el título del libro y la idea básica que plantea: acabar con el horario laboral.

En Semco, la empresa de Semler, confían en el comportamiento adulto. «Las horas que trabajan [los empleados] están determinadas por su interés propio, no por los dictados de la empresa. Ellos son los mejores jueces de la cantidad de tiempo invertido y el espacio adecuado para desempeñar su trabajo«. Junto con el fin del horario, han introducido medidas como la posibilidad de trabajar donde uno quiera (en casa, en la terraza de una cafetería…) y la de desmantelar grandes sedes para repartir pequeñas oficinas cercanas a los lugares de residencia, donde un empleado puede ir a trabajar cuando quiera. Nota al margen: la empresa gana mucho dinero.

Julen, otro utópico práctico, también ha reflexionado de manera radical sobre las horas de trabajo, en una línea similar a la de Semler. Parte de un principio: «El tiempo es mío y no me quiero deshacer de él«. Y formula esta propuesta:

«Quita la referencia del calendario anual (y otras derivadas del asunto, como jornadas rígidas) para que la vida fluya de forma natural, autorregulándose. El trabajo es como las demás cosas, cuando la cuadriculas pierde encanto y, además, querrás que todo encaje en los cuadrados que has dibujado. Déjame en paz, ya me pondré de acuerdo con los demás para conducir mi tiempo… que no es tuyo por mucho que en el contrato me lo hicieras firmar. «

Tengo el convecimiento de que la Administración pública es un lugar especialmente adecuado para implantar el fin de semana de siete días. A muchos, que os acordáis de los chistes de Forges sobre funcionarios, la idea os parecerá, más que descabellada, francamente indignante, porque suponéis que los funcionarios vamos a dejar de trabajar si no se nos controla. Yo creo lo contrario. ¿De verdad pensáis que vamos a quedarnos en casa sin hacer nada y cobrando la nómina cada mes?

A día de hoy, a muchos funcionarios se nos controla de forma estricta las horas y minutos que permanecemos entre los muros de nuestro centro de trabajo. Una vez dentro, ya puedes dedicarte a la lectura comparada de la prensa mundial, que lo más probable es que nadie te diga nada. La solución no es más control, sino dejar que las personas recuperen el control sobre su vida y su trabajo. Si permitimos que las personas contribuyan a definir los objetivos de su unidad y les dejamos que pongan en juego sus mejores cualidades para alcanzarlos, la gran mayoría lo hará. Y lo harán de manera más productiva y más satisfactoria si tienen la posibilidad de elegir el momento y el lugar.

Es preferible que lean la prensa en la cama o en el bar de debajo de casa. Es preferible que estén nadando en la piscina a que estén pasando el rato, sin objetivo, dentro del local de trabajo. Y con esas reglas de juego, muchos preferirán pasar la aburrida tarde del domingo escribiendo un informe o preparando de forma creativa una presentación. Parece que el MAP empieza a atreverse a urbanizar el tiempo. Esperemos que otras Administraciones también.

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  1. 18/02/2006 a las 17:02

    Un post muy interesante.Creo que, efectivamente, es un error el hecho de basarlo todo en las horas de trabajo. En referencia a lo de \»por horas no, por cestos\» estoy totalmente de acuerdo. Os cuento un caso que conozco de primera mano: un negociado de Correos, en el que trabajan cinco personas calsificando cartas y paquetes certificados. En algo menos de cuatro horas a un ritmo bastante fuerte se termina absolutamente todo el trabajo y los cinco se van para sus repectivos hogares. Pasado un tiempo se implanta un control de entrada y salida mediante unas hojas de firmas que se bajan a la hora de entrada y de nuevo a a la hora de salida. Resultado: que ahora con las siete de rigor no hay ningún día que se saque todo el trabajo adelante. El planteamiento en los que trabajan: \»pues si tengo que estar las siete horas vaya rapido o despacio, ¿para que matarme como antes?, vamos a ritmo tranquilo y punto\»Con esto no digo que la solución perfecta sea el primer caso, pero evidentemente mejor que el segundo sí que es.Po otra parte, discrepo en la siguiente reflexión: \»¿De verdad pensáis que vamos a quedarnos en casa sin hacer nada y cobrando la nómina cada mes?\» Hombre, pues yo creo que unos cuantos estarían encantados, más que todo porque surgiría la picaresca: pues me busco otro trabajo por lo debajini y listo, ¡a cobrar el doble!

  2. 18/02/2006 a las 17:02

    Muchas gracias Alberto, comento cuando pienso que aporto algo, muchas veces te leo y no sé qué decir. Un saludo,

  3. 18/02/2006 a las 17:02

    Siempre nos perseguirá la mala fama. Yo debo de ser tonta y el sitio donde trabajo debe estar lleno de tontos porque nunca he conocido a un funcionario inactivo, me hubiera gustado trabajar con uno para ver como era.Cuando digo que salgo a las 6 de la tarde de trabajar me dicen ¿pero no eras funcionaria?Cuando en plenas vacaciones de navidad alguien viene a la oficina a hacer cosas que no pueden esperar, no hay nadie para comprobar como trabajan los funcionarios.Cuando estaba en contabilidad entraba a trabajar a las 6 de la mañana para poder tener al día las facturas, pero no había ningún crítico por allí.He pasado buena parte de mi tiempo en controlar el horario de los demás, una perdida de tiempo horrorosa. Cuando teníamos fichas de cartón y había que dejarse los ojos para echar cuentas.Montones de papeles echando broncas, si da lo mismo, si uno trabaja si quiere, si no vale con estar, hay que trabajar.

  4. 18/02/2006 a las 17:02

    La consecuencia directa (o una de ellas) del uso generalizado de las TICs es la posibilidad de hacer cualquier cosa (dentro de orden) desde cualquier sitio.Es decir, mediante las TICs puedes acceder al correo electrónico del trabajo desde casa un sábado después de comer, o puedes ver las fotos de tu último viaje (almacenadas en alguna web) desde la oficina un martes a las 11:00 h. de la mañana.Entonces, ¿qué más da dónde estés?Hay muchos trabajos que pueden hacerse igual desde un sitio o desde otro, desde la oficina o desde casa. ¿Para que perder el tiempo en largos deplazamientos diarios? ¿No sería mejor aprovechar ese tiempo para el trabajo o para el ocio?Vamos a cansar menos la cabeza en cómo controlar la presencia y vamos a cansarla en cómo medir los resultados. Señores y señoras responsables de la \»Función Pública\», hay que ir pensando en dejar de pagar por estar y empezar a pagar por hacer.De pequeño me contaron la anécdota de aquel cashero bizkaino que vino a vivir a un piso alto del casco viejo de Bilbao y cuando los albañiles le presentaron un presupuesto por horas para subir los materiales (no había ascensor), él les contesto que \»por horas no, por cestos\». Pues eso, por cestos.

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