Por una participación comunitaria activa
Acabo de leer, comentar y menear el interesante artículo de K-Guadián “Por una iniciativa legislativa popular electrónica”. En él habla de los últimos avances de la e-petition en Reino Unido y propone que repliquemos por aquí la experiencia. Todo ello es muy loable y cuenta con mi inquebrantable adhesión. Pero…
Pero Reino Unido está a miles de millas por delante en esto de la participación cívica y no bastará con modificar una Ley para alcanzarlos. Pero en España sufrimos un déficit democrático profundo, con raíces en las instituciones sociales más básicas. Pero el problema aquí se encuentra, según expresión favorita de Iñaki, “aguas arriba”.
Nuestro problema, nuestro primer objetivo, es la democratización organizacional. Nuestras empresas no son democráticas, nuestros sindicatos no son democráticos, nuestros partidos políticos no son democráticos, las asociaciones de barrio no son democráticas, nuestra democracia no es democrática.
Y cuando nos hablan de democracia, casi siempre el asunto se limita al rito del voto. ¿A qué nos suena la expresión “participación comunitaria”? A casi nada.
Quedémonos por la Gran Bretaña para entender un poco de esto. La Home Office británica define tres tipos de participación comunitaria activa:
– Participación cívica: actividades como firmar una iniciativa legislativa, asistir a un mitin, contactar con un representante político…
– Voluntariado informal: proporcionar ayuda, sin recibir pago a cambio, a personas que no son nuestros familiares ni amigos.
– Voluntariado formal: proporcionar ayuda, sin recibir pago a cambio, a través de grupos, asociaciones, etc. , en beneficio de otras personas o del entorno.
En 2003 sólo un 3% de la población británica se implicó en actividades del primer tipo. Por ese motivo están ahora promocionando iniciativas de e-petition como las que K-Guadián comenta.
Pero, ¡ojo al dato!, en 2003 un 37% de la población participó en actividades de voluntariado informal y un 28% en las de voluntariado formal. Esos ejemplos de microiniciativas para mejorar las condiciones de las comunidades de manera local son enormemente interesantes. Dan noticia de una comunidad rica, de personas que participan intensamente en la vida comunitaria.
La diferencia cultural es visible. Aquí seguimos apegados a la familia como único espacio de comunidad y de solidaridad. Es cierto que las ONG han crecido, pero sigue siendo rarísimo encontrar, por ejemplo, que un chaval se responsabilice de hacer las compras a una vecina anciana, o que una parte de los servicios de un hospital público la provean voluntarios. Ayer mismo, en una novela de Sue Grafton me encontré con un personaje que estaba trabajando como enfermera voluntaria en un hospital californiano. ¿Habéis visto muchas de esas en el hospital de vuestra ciudad?
En este blog hemos dicho muchas veces que los servicios públicos deben ser coproducidos entre la administración y la ciudadanía. Los anteriores son hermosos y sencillos ejemplos de cómo coproducir un servicio.
Las bases de una participación ciudadana potente están en una comunidad potente. Hoy en día, esa comunidad puede ser una comunidad en red, pero en todo caso estamos necesitando ciudadanos adultos y comprometidos: ciudadanos hackers. Sobre esa base podremos construir una participación ciudadana potente y regenerar la democracia.
Entre tanto, seguiremos dándonos contra la pared. En su día comentamos que “Parte hartu!” la plataforma de e-petition del Parlamento vasco, está resultando irrelevante por dos motivos: la falta de una clase política comprometida con la participación, y la falta de una ciudadanía cívica. Otras iniciativas semejantes, loables todas, corren el mismo peligro.
Diana Warburton ha escrito admirablemente acerca de la capacidad de la participación para construir comunidad. Podéis leerla en “Post Party Politics”, uno de los excelentes documentos a que nos tiene acostumbrados Involve.
Estoy de acuerdo contigo, Alorza, pero la gente desconfía de la Administración por algo. Y creo que propones modelos imposibles en un país en el que escuece que te toque ser miembro de mesa en las elecciones o jurado popular. Y mira cómo ha sido la abstención enlas municipales, que se supone que es lo más cercano a la ciudadanía.
Tampoco me gusta que servicios básicos descansen sólo en la buena voluntad de la gente.
En fin, que, aunque no lo parezca, coincido contigo.
@Eva: muchas gracias por el documento. Creo que estoy de acuerdo contigo: el grado de civismo de una sociedad correlaciona positivamente con el nivel socioeconómico. Ahora bien, en lo que dice Iñaki hay también una parte de razón: los humanos primitivos necesitaban ayudarse unos a otros para cazar un mamut. Hoy en día, pediríamos que nos lo matara la Administración pública.
@Noe: para mí, el problema es que queremos dejar todos los marrones en la bandeja de entrada de la administración. Ni siquiera recogemos un papel del suelo, no sea que hagamos un trabajo que podría estar remunerado. Precisamente en países donde cuentan con una potente sociedad del bienestar, como los nórdicos, cuentan además con una participación comunitaria enviadiable.
Creo que es un tema muy interesante el que habéis planteado, pero sinceramente no creo que tenga mucho que ver con las «vacas gordas o flacas» sino todo lo contrario. Recientemente he trabajado un texto de Laura Morales que se titula «Participación política y pertenencia a grupos políticos: los límites de las explicaciones individuales y la necesidad de considerar el contexto político» (disponible en http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_094_08.pdf) y que analiza la participación de los ciudadanos en los partidos políticos y en grupos sociales de diferentes países occidentales. La historia del sistema político del país, la educación de los ciudadanos, el nivel socioeconómico de los mismos son algunas de las múltiples razones que parecen, con datos empíricos en la mesa, ser los que diferencian la actitud más o menos receptiva de los ciudadanos en estas cuestiones.
Supongo que no se trata de que el voluntariado supla servicios básicos, pero es difícil y muy tentador para la administración descansar en esto.
Hace poco supe que los hospitales alemanes están repletos de objetores de conciencia, hasta el punto de que el sistema sanitario no podría mantenerse sin ellos.
No es comparable, pero da para pensar.
En EEUU también me he encontrado voluntarios jubilados vendiendo entradas para los museos; o sea, en puestos de trabajo que perfectamente podrían ser remunerados.
Me decía el otro día una buena amiga, al hilo de cómo se distribuyen determinadas ayudas, que uno de los problemas que tenemos es que somos demasiado ricos. Las instituciones no se ven obligadas a «mirar la peseta» y se permiten otorgar ayudas de poca rentabilidad social o,incluso, duplicarlas en los diversos niveles administrativos. Igual que nos permitimos contratar aplicaciones informáticas similares para distintos órganos o distintas administraciones, en lugar de ponernos de acuerdo y compartir los esfuerzos. Creo que mi amiga tiene razón. Nos convendría conocer un periodo de «vacas flacas» para aprender a sacar más jugo de los recursos disponibles.
Creo que en estos temas del voluntariado pasa algo parecido. Somos individualistas porque podemos permitírnoslo. Si hubiera mayor escasez no nos quedaría más remedio que arrimar el hombro, participar en las actividades comunitarias. Ya hemos hablado alguna vez de la tradición del «auzolana».
@Jose: fijate que nuestro vínculo es la familia, más que la civitas, y encima la familia cada vez es más nuclear. En algunos casos, unitaria, o sea, de un único miembro 😉
@David: buena reflexión. Está bien el voluntariado, pero en el marco de unas coberturas sociales garantizadas con independencia de la religión, la raza y demás atributos que nos hacen una especie diversa (a veces, hasta divertida).
David, estoy totalmente de acuerdo con tu miedo. Yo creo que lo bueno sería sumar lo mejor de ambos mundos: sociedad del bienestar, la solidaridad familiar y una ciudadanía cívica dispuesta a trabajar por la comunidad.
Aquí en Estados Unidos también hay un grado de participación en actividades de voluntariado mayor en la comunidad. Sin embargo, a mi no me da envidia porque percibo que las personas ayudadas están recibiendo caridad y pienso que en Euskadi tendrían más ayudas (sin depender de la buena voluntad de los vecinos) para poder llevar una vida más digna. Así, por ejemplo, muchas de estos voluntariados se organizan en torno a grupos religiosos que terminan por ayudar en función de sus valores y haciendo proselitismo.
No se, reconozco las ventajas de lo que planteas pero al mismo tiempo me dan un poco de miedo.
En general, la ciudadanía vasca desconfía mucho de las instituciones. Y la cosa va a peor. Asuntos como el de la Hacienda de Gipuzkoa son muy graves y llevan a la gente a desconfiar de los que le representan. Eso va unido a cierto pasotismo generalizado en toda sociedad mediterránea. Nuestro vínculo es la familia y no tanto la civitas.
Me sorprenden las cifras de participación en actividades de voluntariado de los británicos. Habría que saber que actividades están contabilizando y cómo lo miden.
El documento «Post Party Politics» tiene un aspecto estupendo. Gracias por la referencia. Parece que hoy hubiéramos celebrado el día de Gran Bretaña en nuestro blog ;-).