Geografía de la participación comunitaria
En los comentarios al reciente post “Por una participación comunitaria activa” habéis abierto dos líneas de debate:
– si la participación comunitaria es, o no, una forma de caridad que se produce en ausencia de un Estado del bienestar;
– si la falta de participación comunitaria es cosa de países ricos, o no.
Eva (Eva Campos, I presume) nos propone la lectura de un texto de Laura Morales: “Participación política y pertenencia a grupos políticos”(PDF), donde se exponen algunos datos empíricos útiles para suturar algunas posturas del debate.
Yo aportaré a la fogata leña de Carles Ramió: “Los problemas de la implantación de la nueva gestión pública en las administraciones latinas: modelo de Estado y cultura institucional”, donde presenta e interpreta el rombo de modelos de Estado en cuanto a producción de bienestar, tomado de Gösta Esping-Andersen.
Resumo el post inicial. El problema de la participación ciudadana en España comienza en los grupos más locales y prosigue por toda la escala organizacional. Las organizaciones, de cualquier tipo y tamaño, rara vez se comportan de forma democrática. Yo defiendo que la base de una sociedad participativa se asienta en la participación comunitaria activa, y especialmente en las actividades de voluntariado social. Una comunidad donde las personas se impliquen en la coproducción de servicios públicos es una comunidad responsable, adulta, preparada para mayores cotas de democracia.
En España, la solidaridad y la garantía del bienestar se produce en el entorno de la familia. La comunidad tiende a ser, o tierra de nadie –que no me importa si se arruina- o asunto de la Administración -ante la cual me comporto como un consumidor impaciente. Hay otros países, en cambio, donde un porcentaje significativo de la población se implica en actividades de voluntariado por el bien de la comunidad.
Iñaki, asombrado de las buenas cifras de participación comunitaria en Reino Unido, se preguntaba cómo se miden estas cosas. En el texto de Laura Morales (gracias, Eva) encontraréis la respuesta, y el siguiente cuadro, donde se comparan los porcentajes de pertenencia y de trabajo voluntario de 14 países desarrollados.
Es notorio que España aparece la última en las cuatro medidas: pertenencia política, pertenencia social, trabajo político y trabajo social.
Iñaki lanza también la hipótesis de que nuestro problema es un síntoma de opulencia: si hubiera más escasez, arrimaríamos el hombro. Tal vez fuera así, pero en la tabla anterior comprobaremos que los primeros en el ranking son países con un fabuloso PIB.
David y Noe (una pareja bíblica) cierran filas en defensa de la exclusividad de la Administración en la provisión de los servicios públicos. David sospecha que las actividades de voluntariado son una forma encubierta de caridad y un invernadero para el proselitismo religioso. Noe teme que el voluntariado termine por suplir servicios básicos y que ocupe puestos que deberían ser remunerados.
El miedo es libre y, muchas veces, sensato, pero vemos que entre el ranking de países con mayor pertenencia y trabajo voluntario los países que cuentan con un potente Estado del bienestar ocupan los primeros lugares. ¿No debemos, entonces, tener miedo?
El asunto es apasionante y da para muchos posts. Hoy me limitaré a introducir el rombo de modelos de Estado en cuanto a la producción de bienestar, adaptado por Carles Ramió en 2001 a partir del original de Esping-Andersen de 1993.
Este gráfico tal vez arroja luz sobre la distribución geográfica de la participación comunitaria activa. Parece que las culturas donde florece la participación comunitaria son las que están centradas en torno al eje sector público-mercado o, lo que es lo mismo, los modelos que no gravitan hacia la familia ni el tercer sector.
Por lo tanto, la participación comunitaria crece tanto en Estados del bienestar como en países que lo fían todo al mercado. Quizá aquí haya una distinción para los miedos de Noe y David: en Escandinavia probablemente el voluntariado complemente a unos servicios públicos potentes, mientras que en los EE.UU. esté cubriendo servicios básicos que el Estado no tiene intención de cubrir.
Lamentablemente, el diseño en rombo impide situar modelos que estén desplazados simultáneamente hacia la familia y el tercer sector. Yo colocaría ahí a buena parte de los países en vías de desarrollo, e incluso a aquellas regiones españolas donde ha florecido la cultura del limosneo. Es curioso que en zonas donde se depende de la caridad pública la participación comunitaria sea especialmente pobre. Simplemente, se han acostumbrado a una relación padre-hijo con el Estado y, ya se sabe, la razón de ser del padre es dárselo todo al hijo sin pedirle nada a cambio.
Lo que reclamo es una ciudadanía adulta, responsable. Partiendo de otro punto de vista, defiendo lo mismo que Jaizki cuando habla de «responsabilidad individual«, y cuando parafrasea a Al Capone: «Este gobierno es su gobierno. ¿Qué va a hacer USTED al respecto?«.
Trasteando, desde el post original, «TicCities», pasando por Innovación: «qué cambios son necesarios» he llegado a éste.Me ha gustado mucho.Yo creo que son tres los grandes marcos, el territorial, el laboral y el ideológico. La familia (sus diferentes modelos), aunque suene raro incorporararía en el territorrial, desde el nucleo familiar, al barrio, al municipio, a la provincia, a la comunidad autonómica al estado, escalonádamente. Es triste que el marco ideológico, esté desprestigiado. También el laboral y que los sindicatos en vez de actuar como órganos de responsabilización laboral actúen, en el mejor de los casos, como correas de transmisión del poder.
Nacho, yo también prefiero servicios públicos potentes. Ahora bien, me gusta hacer una distinción entre:
– Estado del bienestar: el bienestar lo proporciona el Estado
– sociedad del bienestar: el bienestar lo proporciona el conjunto de la sociedad, incluyendo a la Administración.
Ningún Estado puede ser lo bastante omnisciente como para resolver los cambiantes, complejos y diversos problemas que encaran sus sociedades, por eso hablamos de un gobierno en red donde la provisión de servicios se diversifica entre distintos actores, con un énfasis en la resolución de problemas en el nivel local.
Personalmente creo que el modelo de complemento de servicios públicos potentes es el más correcto, porque supone un valor añadido impagable.
Lo que cabría preguntarse es si son válidos los dos caminos que marca el rombo, yo creo que si, pero en nuestro caso creo que la tendencia debería ir corrigiendo nuestra posición hacia el centro. El problema es que el voluntariado suple la falta de servicios y no los complementa corriendo el riesgo de enquistarse, como ocurre con el subvencionismo que se menciona en el post.
Os sigo el hilo en «Somos unos egoístas»
Saludos,
David, el tercer sector hace referencia a las organizaciones sin ánimo de lucro: fundaciones, ONGs y demás. Cuando digo que algunas regiones españolas tienen un modelo de bienestar pegado a esa esquina, en realidad no estoy interpretando el rombo de forma literal, sino más bien tomando la idea de que han hecho de la subvención un modo de vida.
Sorry por mi ignorancia, pero no se si estoy interpretando bien lo del tercer sector, una ayudita de la comunidad please.
Muchas gracias por el enlace, Alorza.
Me parece muy interesante el rombo, a pesar del problema de representación que comentas.
Siempre había tenido en mente que cuanto más hacía el estado menos hacían los ciudanos, pero veo que no es necesariamente así, y que hay factores adicionales que hacen que sí lo sea en nuestro país.
Por cierto, como aclaración, la frase es de la introducción de la película Scarface, que se basa libremente en la vida de Al Capone.