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Mejora de servicios públicos: contribución a «42 Voces sobre Gobierno Abierto»
Como Iñaki, yo también he tenido el placer de colaborar en la publicación «42 veus sobre el gobern obert«, que ha publicado la Xarxa d’Innovació Pública (XiP).
Se trata de una publicación colaborativa para definir los 42 conceptos que aparecen en el vídeo de la XiP. La idea es profundizar en el conocimiento y facilitar su difusión.
Para ello, la XiP puso en marcha el proyecto Apadrina un concepto de gobierno abierto, que le ha llevado a ponerse en contacto con expertos de todo el mundo que han escrito un artículo sobre lo que les sugiere el concepto asignado.
Mi concepto es «Mejora de servicios públicos«:
Modelo de innovación pública: la ruta del intraemprendizaje
En mi último post os comprometía a ayudarme en la elaboración de un modelo de innovación pública centrado en las personas y orientado al cambio. En este post vamos a reformular el esquema y a profundizar en el primer nivel del modelo.
Nuestro esquema se construye actualmente a partir de dos ejes:
EJE X: El camino de la innovación: actitud – conocimiento – innovación
- Elemento finalista («lo que de verdad importa») = valor público
- Elemento conductor («mantra a recitar») = apertura
La innovación se contempla como el momento de la verdad de un ciclo de movilización social y creación de conocimiento compartido que eventualmente llega a generar bienes de interés común; esto es, valor público.
El valor público es el faro que debe guiar toda innovación. Los esfuerzos de la Administración deben dirigirse a producir impactos positivos (outcomes) en los beneficiarios de la acción pública. Todo otro objetivo sería secundario.
La apertura sería el nuevo valor cultural a incorporar. Abrir para transparentar, abrir para compartir, abrir para simplificar. La apertura es un requisito para generar conocimiento y confianza mutua.
Que no nos quiten estos funcionarios
Esta mañana he acompañado mi desayuno con la lectura de dos artículos de prensa, ambos acerca de la función pública. Empieza a crearse una corriente de opinión que plantea la reducción del número de funcionarios al mínimo posible, en la creencia de que la Administración pública va a funcionar mejor y con menos costes. Las evidencias sugieren lo contrario, pero hay muchas personas que no van a dejar que la verdad les estropee una buena lapidación.
En El País he leído a J. A. AUNIÓN / ELENA G. SEVILLANO quienes, bajo el título «¿Quién debe ser funcionario?«, adelantan su propia respuesta: «Los puestos vitalicios en la Administración están cada vez más cuestionados / Algunas profesiones requieren esa seguridad, pero no es necesaria en todas.» Estas conclusiones no son evidentes en el desarrollo del artículo, sino que muestran el prejuicio de los autores.
Por lo demás, el artículo es digno y recoge opiniones a favor y en contra. Entre los que quieren descarnar hasta el hueso la función pública, está el Sr. Lasquetty. Viene a decir que los médicos, si son funcionarios o funcionarias, “no tienen incentivos para mejorar su desempeño más allá de la pura motivación altruista”.
Sr. Lasquetty, «la pura motivación altruista» es el motivador más poderoso, mucho más eficaz que los incentivos económicos. Los estudios existentes lo demuestran. Además, la Sanidad pública ha estado funcionando muy bien, en términos de coste-efectividad y en aceptación popular. ¿Para qué la quiere demoler? Ya sabemos para qué, ¿verdad?
I Foro de Intraemprendizaje Público en el INAP
Por encargo de la maestra, este lunes estuve viendo con mi hijo la película «El reino de los cielos«, de Ridley Scott. Un resumen: 3 horas de cortar cabezas. El momento álgido de la trama llega cuando Balian, el prota, se ve en la tesitura de liderar la defensa de Jerusalén con sólo un puñado de cruzados contra el ingente ejército sarraceno. En la Jerusalén de entreguerras, junto con los cruzados, vive una numerosa población que jamás ha empuñado un arma. Balian toma la crucial decisión de armar caballero a todos estos hombres del pueblo llano. De esta manera, su capacidad de resistencia crece hasta el punto de resistir los ataques de Salah al-Din y poder negociar la supervivencia de su pueblo.
Pues bien, el propósito del intraemprendizaje es nombrar caballeros y caballeras a todas las personas que trabajan en el sector público. Darles libertad y responsabilidad para renovar lo público mediante las armas de la innovación.
De esto hemos estado hablando esta mañana en la sede del INAP en Madrid, en el marco del I Foro Intraemprendizaje en la Administración Pública. Me ha tocado moderar un panel de auténticos caballeros, en los dos sentidos: en el de luchadores de la innovación pública y en el más evidente de ser todos varones.
Si enterramos la administración electrónica, ¿qué hacemos con la otra?
Tenía pendiente este post desde julio, cuando Alberto nos convocó al sepelio de la administración electrónica. Ahora, después de la segunda entrega de Alberto sobre promesas incumplidas, tengo más datos para escribir este llamamiento a los enterradores de la administración electrónica. A veces la procrastinación tiene premio.
Entiendo el propósito de Alberto de llamar la atención sobre las cosas que se han hecho mal, que no han sido pocas, y comparto en gran medida su crítica. Pero mi conclusión es radicalmente distinta. No toca enterrar la administración electrónica, sino aprender de los errores y hacer las cosas bien, porque la tecnología sigue ofreciendo buenas oportunidades para cambiar muchas cosas en la administración pública.
La administración electrónica no es una opción, sino que la administración debe ser al menos tan “electrónica” como lo es la sociedad en que vivimos. ¿No habíamos quedado en que la administración sigue a la sociedad como la sombra al cuerpo? Pues eso.
Tasa de conversión como medida de éxito de la eAdministración

Tomado de: http://www.territoriocreativo.es/
En los años 90 tuve la ocasión de familiarizarme con los principios del marketing de servicios y de aplicarlos en el ámbito público. Esta fue una revolución callada, que consiguió importantes transformaciones en la prestación de algunos servicios públicos -especialmente, en la Sanidad- y que trajo nuevos conceptos, en su mayoría sensatos y aplicables. Pese a su demostrada utilidad, la etiqueta ya no está de moda, aunque los conceptos perviven. Os confesaré, por cierto, que tengo la secreta ambición de convertirme en consultor en marketing de servicios, recuperando estas técnicas en escenarios de la segunda década del siglo XXI.
La Administración electrónica, una vez despojada de sus ambiciones de cambio organizativo y enriquecimiento democrático, consiste, sobre todo, en proporcionar servicios de manera online. Desde un punto de vista de marketing de servicios, estamos hablando de «sistemas de autoservicio». Es un equivalente a lo que han hecho la mayoría de los surtidores de gasolina, desde que se les ocurrió invertir en guantes de polietileno para que cada usuario se sirva su propio combustible.
Las reglas del autoservicio son muy estrictas, como saben bien las entidades bancarias desde que instalaron los cajeros automáticos. A la menor ambigüedad, al menor contratiempo, a la aparición de la mínima sensación de inseguridad, todo el proceso se cancela y se vuelve a hacer cola en la ventanilla. Cuando llevamos este fenómeno a los servicios online, los criterios son, si acaso, aun más estrictos.
Necesitamos trabajadores públicos, sean o no funcionarios
Es preocupante que haya gente que desee que los trabajadores públicos sean menos y vivan peor. Deberían desear, más bien, que pudieran realizar su trabajo de la mejor manera posible, ya que su objeto es el bienestar de todos.
Ayer El País nos traía negros barruntos con un titular mal construido: «Expertos de la Generalitat proponen prescindir de la mayoría de funcionarios«. La respuesta no ilustrada (facebuquiana, si se me permite el neologismo) ha variado entre los que han visto en esto otra campaña de recortes y los que se han alegrado de que se dé aún más caña a los funcionarios. Bien, ni los expertos eran de la Generalitat ni parece que propongan reducir el tamaño de lo público.
Hoy, en cambio, -gracias a Carlos Guadián– me he desayunado con un artículo de 2004, en la American Review of Public Administration: «Government Employees: Working Hard or Hardly Working?» que viene a afirmar que los empleados públicos se esfuerzan un poco más que los trabajadores privados y -esto es lo relevante- que la causa principal reside en que la motivación es más intrínseca que en el caso privado. La respuesta facebuquiana: «no puede ser; esto no pasa en España; no es extrapolable».
Modelo PICA: datos relevantes para la transparencia
Como la ginebra y la tónica, transparencia y open data son dos elementos que ganan cuando se combinan. Sin embargo, ni son lo mismo, ni aparecen juntos necesariamente. Open data sirve a varios objetivos: la transparencia es sólo uno de ellos.
Ya nos avisaban de esto Yu y Robinson en su artículo de 2012 «The New Ambiguity of Open Government«. En él proponen que distingamos entre distintos conjuntos de datos que liberan las Administraciones públicas, a lo largo de un continuo cuyos polos son «prestación de servicios» y «rendición de cuentas«. Esto es, una parte de los datos que se liberan puede ser muy útil para generar servicios mediante su reutilización, mientras que otra parte se enfoca al control social de lo público. Sólo esta última forma parte de la transparencia.
En un contexto de defícit de legitimidad y falta de confianza en la probidad de cargos públicos y representantes políticos, hay que extender esta clasificación, de manera que abarque tanto a personas como a instituciones. Es importante comprender esto, para saber, como ciudadanos, qué información debemos exigir para cumplir con unos mínimos criterios de transparencia.
Yo propongo un esquema muy sencillo, al que llamo «modelo PICA«, por las siglas y porque creo que es exigente; esto es, que pica:
¿Cómo hay que entender este cuadro?
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Que la Administración electrónica no se pase de moda
Pronto cumplirá seis años la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los ciudadanos a los Servicios Públicos.
Aunque todavía está lejos de alcanzarse el pleno desarrollo de la Administración electrónica en los diferentes niveles administrativos del Estado, la Ley 11/2007 ha servido para dinamizar el avance en ese proceso, al menos durante un cierto tiempo.
Sin embargo, tengo la sensación de que, so pretexto de las restricciones presupuestarias, ese impulso está perdiendo fuelle.
Sería una pena que dejáramos pasar una vez más el tren de la modernización, porque la Administración electrónica es, sobre todo, una oportunidad para actualizar, simplificar y desburocratizar la Administración pública.
Pero no todo es cuestión de dinero, ni siquiera cuando hablamos de Administración electrónica, sino que hay muchas cosas que se pueden hacer sin una gran inversión de recursos. Y, seguramente, no son las menos importantes.
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Curso UNED: La Administración ante el reto de la sociedad en red
¿Te apuntas a aprender con nosotros? La UNED ha puesto en marcha la primera edición de un programa de cursos de Formación Continua, uno de los cuales es «La Administración ante el Reto de la Sociedad en Red: Conceptos y Herramientas para un cambio 2.0» .
Se trata de formación con un panel de profesores de primer nivel -al cual tengo el honor de pertenecer- basada en una metodología siglo XXI: por un lado, mediante la técnica de «aprender haciendo», capacita a las personas participantes para que sean capaces de discriminar e interpretar autónomamente a través del estudio individual, el debate on-line y la resolución de casos prácticos basados en el análisis del error; por otro, mediante un aprendizaje social a través del trabajo en red para intercambiar conocimiento. La superación del curso da derecho a la obtención de un título oficial de la UNED de Experto Profesional (20-24 ECTS, aprox. 500-600 horas de dedicación)…. Y todo ello a un precio ajustado.
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